viernes, 21 de febrero de 2014
La sombra de Sísifo
De alguna manera hay que sostener la luz.
Eleva los brazos, concibe el gesto amante de un padre.
Como una estatua que el aire cincela vas a morir en el abrazo.
O no, piensa si ha sido un sueño el sol bajo tus axilas
o si panteras de barro, amantes felinos de la necesidad
son las esfinges, el cielo negro, la tierra seca,
ningún camino,
el torrente de fuego entre los mirtos, las raíces
concibiendo frutos de acero.
Yo te veo piel oscura contra piel oscura,
sombra que oscurece la sombra.
Sorprendido de no tener nada entre las manos
hace tiempo que la duda se hizo nube blanca
y voló con pájaros de azufre. Asumes fácilmente
las virtudes del circulo,
no te espantas del dolor, sueñas con días claros
que atraviesen los espejos,
mares que bajen raudos
hasta una lágrima de espuma.
Tu gran tarea consiste en olvidar que eres savia de un árbol infinito,
que el mundo, esa esfera de grietas
sigue inmóvil anclado a tus hombros como una joroba de miedos.
Y volverás a la risa , extendidas las líneas
que rodean los pilares
de un astro enjaulado.
¿Cuándo el párpado se abrió en tu locura
y te dijo yo soy la flor negra,
soy la especie,
soy la linterna que has cegado en lucidez?
Yo admiro el impulso animal de tus conquistas,
el desafío abierto en flor de sangre.
Los dioses imaginan camposantos, un fuego de mercurio,
la dinamita en tu cantera de cuarzo.
Tienes un corazón doblado en sima
y dos alas de libertad sin memoria.
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