Comunión de la voz en los parpadeos de un tren.
El frío de enero nos regala una llama de luz,
un crisol de agua. La memoria vuelve frágil
porque la voluntad se arrodilla y es la mecánica
del desfile el motor insomne que nos rige.
Unas horas antes del vacío, unos minutos
que serán libertad y viento en la palabra,
corazones que se unen en lo idéntico como
vivencias pendientes de un mensaje o caudal.
Afuera los sonidos escriben un frenesí, en los laberintos
del subterráneo soñadoras jóvenes acarician la piel
de un libro, comparten su verdad como nosotros
compartimos la incertidumbre de un mañana oscuro.
La lluvia borra las últimas preguntas. Mientras
yo te enseño los lugares en que pulsé el ácido
de los días, el calor de la amistad o la matriz
de un destino común, ya para siempre inalcanzable.
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