Por el triángulo de cal un hombre se aleja.
¿Cómo mirar un mapa de carreteras sin que nadie
anuncie la cicatriz del olvido?
Hay en la memoria un eco abstracto de voces o palabras,
de anticipos y renuncias.
No dibujamos la luz que yace, su caoba o sus flores
duermen como mariposas ciegas.
El trayecto merodea con susurros que son un río de antifaces
en el mediodía de julio.
¿Existe un trono en este jardín de almizcle?
Y es que ahora sólo se trata de seguir el ímpetu de la oración
mientras invisibles palomas se acuestan en el hombro de los recuerdos
y la paz(no la paz de las banderas, tan transitada, tan nombrada
como un sol).
Huele, sí ,el calor a bondad(tardía como el frenesí de un sueño),
pájaros azules en la añoranza, otros países en el verbo,
simulacros antes de que un automóvil escupa sus entrañas
en el corazón de la lujuria.
Y luego la doctrina aprendida por los fieles del naufragio,
el robinson amargo de los trampolines cuando extemporáneo
el mimetismo nos duela como un golpe o un ácido que ha roto
su círculo.
No existe candil en este frontispicio de azares, ni lógica que enrede
las agujas del tiempo en su razón misteriosa.
Queda la memoria de una piel hablante, la apariencia diminuta
de las horas que cuecen su cariño de alas sin nombre.
Quedas tú o queda ella, el roce de las heridas que persisten
en la ingravidez del día.
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