sábado, 25 de mayo de 2013
Hacia la isla
Apenas la lluvia en mi abrazo.
Mi refugio se divide en el claroscuro del viaje.
Campos de linóleo, desvencijadas huertas,
racimos de árboles enfebrecidos por el miedo.
Ahora es la pregunta o la verdad, ahora el cielo cruje
con las diademas de los candiles y la canción
de los pájaros llega dócil como un reloj amigo.
El cristal advierte de su madrugada, la música
del hierro gime y se adoctrina entre bálsamos y círculos,
tan ajena al frenesí.
Soy joven y no temo al brillo inhóspito de la isla.
He perdido cien mapas en los bares azules,
mi espejo ya no asusta sólo cumple con la ceremonia
de esos días que no llamo viernes.
Mientras, la espiga y los campanarios, la cómica actitud
de los hombres junto a esas luces que la mañana transforma
en cenáculo y tiniebla, a pesar del dolor.
¿Inventarás al fin la memoria roja de los taxis, su ida
y vuelta como un diapasón dormido?
Y es que aquí tu mensaje llueve, nombramos la razón oculta
de la libertad-en minutos un latido de sangre vieja, robinsones
que encuentran islas de color, amables, incendiarias
como el látigo ciego-.
Más allá la duda o la inmensidad que derrama su azul,
océanos en la boca, almas grises que buscan el párpado
y el doble pulso del adiós.
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