miércoles, 23 de enero de 2013

Sólo duró una noche

¿Era un juego la palabra en el oasis nocturno?

No existía la música. Sólo el jardín que repentino
ardía.

Una llamada de teléfono, las hojas de palma como una mentira,
el verbo azul de la ginebra, la cerveza caliente de la desventura.

Y es que este mundo era un nuevo mundo, y nadie, nada, acontecía
como la llave del reloj o el porqué de un jueves negro.

Tu luz aíslo la transparencia del sol, el ocre omnipresente de los páramos
o quizá esa memoria que ayer fue luna cuando el tren no conoció abrigo.

Latidos que van al mismo sitio, hembras que inmortalizan las playas,
la hora justa del volcán, la piel siempre viva de los grados felices.

Habrá un juego de habitaciones, galerías donde la juventud clama
por un nombre, el piélago de las calles que lleva en sus garras
un acento dulce de margarita o de anémona.

Mi destino crece en ramas de hogar y hemisferio. Latitudes
que convergen en el adiós, pasos que aman esa duda que nos escoge
como la flor a la nieve.

Tú y yo sabemos la verdad de los dálmatas, una raíz que en la noche
se mantiene altiva como la luz infinita de los incendios.











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