Son los ciempiés la alegoría de un viaje inacabado.
Te sientas en las cavernas del deseo como un hada
de largos dedos o una cicatriz que vigila el final de
un libro imposible. Tu nombre me duele, porque
hay un sinfín de escaleras que llevan al azar
y en su diámetro mis insomnios no hallan cobijo
ni azul. Encontrarás laberintos y pilares, la memoria
de la piedra, la luna que traza un eco en tu frío, mis ojos
como púlpitos que describen tu ausencia en la hora
en que ya no estás. ¿Fue quizá el solsticio de las calles
un incendio, el destino abstracto de los pubs diminutos,
la palabra viajera, insulsa o inexacta? No busco una razón
en mi país oscuro. Yo sé que el agua se amansa o cae hacia
la rubia herida del adiós. Es posible que no exista otra
cosa que el recuerdo que sucede, aún sucede. Me basta
esta noche de infinitas estrellas, lejanas, rojas como
un párpado de luz para sobrevivir, sobrevivir y sobrevivir.
sobreviviendo Ramón, sobreviviendo...
ResponderEliminarFeliz año! y ...feliz poesía
un abrazo
Ya solo nos queda sobrevivir, Antonio, en este mundo que cada día nos decepciona un poco más. Gracias por pasarte por aquí, un abrazo y feliz año.
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