miércoles, 12 de diciembre de 2012
Medusa recrimina a Perseo
Yo soy la extraña, la sacerdotisa del miedo.
El gran dios viste un traje de agua, su majestuoso
falo encuentra la clámide, mi mal o mi estigma.
¿Qué miserable efigie ordena mi redención?
Volver a la cruz del destino con los ojos
de la infancia y los cabellos de la locura.
Sentir el unísono grito de las olas en mi vientre
de marfil, aullar en mi cueva por un sol
sin misterio, una luz de sensatez en mi noche.
Y al fin el héroe, suspendido y virginal
rostro que dibuja las ramas insólitas
del orgullo en preciados metales, en
silabas de espejos, en el malsano filo
de la gloria.
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