viernes, 23 de agosto de 2013
Las rodillas de P.
Son un esbelto trono de misterios y lúpulo.
Cabalgan las oscuras intenciones del faquir.
Se ríen si las piernas no las oyen, disfrutan
del calor y la caricia cuando el cuerpo
se distrae. No les gusta el maquillaje
soñador de las sillas, tampoco las filas
innúmeras del tiempo neutro. A veces
corren como si adivinaran el futuro, otras
veces duermen estiradas y no escuchan
su edad. Me embosco para verlas de frente
con sus proas sin mar ni artificio. Ambas
suspiran por la escasez del lino o el algodón
menguado. Igual que yo ansían la libertad.
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Es una placer y una tremenda casualidad, el aparecer por tu blog, Ramón.
ResponderEliminarPero es una maravilla y no me arrepiento..
Saludos ¿mediterráneos?
Gracias, Concha, por acercarte a mi blog y hacérmelo saber. Te mando un abrazo desde el norte, estos dias soleado.
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