martes, 24 de enero de 2017

Te digo adiós

Hay en mi boca,
lo mastico,
lo sueño, lo ignoro,
un regalo para ti.

No existía voz en mi hoja verde,
tu callado lápiz no escribía acentos en el sol.

¿Cuál es el germen de una isla que nunca habitaré?

En la sombra,
en la perplejidad del aire que raya el no ser,
en los ovillos náuticos de un barco
que navega lo inescrutable
y al mismo tiempo exige la presencia de la aurora...
¡no!, ¡no siempre es viernes en los párpados abiertos!,
quizá un vértigo,
un columpio en las entrañas del precipicio
o la ventana que sin querer recoge la lluvia del pasado,
tal vez un pensamiento ágil
en la sed
fuera razón.

Siempre recito las palabras del silencio,
una imagen que ya es mía
porque la sitúo en la estirpe de la incógnita,
ajena a los relojes, al sueño o a la noche eterna.

Soy un punto que has robado al origen de mi masculinidad,
al fin la ácida fruta del deseo te engendra
en los páramos de la virtud
como mujer que quiere un crisol sin estigmas,
un cansancio feliz.

Te digo adiós, lejos de la cruz que has olvidado,
mañana seré un libro
donde escriba las multitudes que somos
después de la humedad,
después del aura
que ya no amanece.

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