El viaje es ambiguo como un sol de provincias.
Una calle sin nombre, los laberintos de la piedra
y esa boca que nos recuerda el calor del tiempo.
Subo las escaleras que me impulsan, quebradas,
múltiples con su perdón de branquias. Mi luz
se embriaga de iconos y mira el resplandor
de las ventanas, el azul inconmovible de los días.
Tiembla en mi cuerpo tu ovario impreciso. De
náyade o sombra, de candil o refugio. Mi sed
que supura su frío de águilas.
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