Intacta en su misterio de ónices y vetas donde el tigre
de la luz no muerde el corazón mineral, agua limpia
de resol y brillo en la atmósfera que agita el aire
con la raíz del viento en la piel de un manantial
que baja por los surcos abiertos como un torrente
cristalino entre los álamos y la fronda que amparan
la canción del río, ósmosis de la desnudez y el color
en un cuerpo adolescente que baila ante la hoguera
del azar con la alegría del príncipe en sus ojos claros;
nunca la ceniza, ni la podredumbre, nunca el óxido
que corrompe el metal de los espejos, nunca el carmín
de la sangre sobre la nieve, ni la palabra sucia del impostor
en la boca de la noche, nunca el ópalo manchado por el tinte
del desprecio en el alma que sostiene a la virtud más viva.
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