viernes, 29 de abril de 2016

El triste pájaro de la juventud

Hay tantas llaves, tantas que no cierran.

Cada día desnudo mi cuerpo
sin que nadie vea su desnudez.

Son flores que no crecen
mientras la rubia sombra enciende los párpados del deseo
en misterios y añoranzas que se muestran.

Mis años están ahí
como un cristal que va formando las capas de un nombre,
mis años son un reloj que me envuelve
en su adiós de serpentinas que lloran.

Casi siempre paseo los bolsillos en mis manos,
me siento ola que se retira a su hogar sin fondo,
pájaro que no encuentra la razón del orgullo
en el vuelo uniforme de la jerarquía.

¿Existiré como un ave frágil entre naranjos
que llueven frutos bajo las pétalos de la adolescencia
sin que se pose en mi la mirada blanca
de la felicidad?

Cuando el enjambre de las cometas nocturnas
me corona con el círculo de la mudez
yo sobrevivo como un azúcar fósil
que no conoce el verbo más antiguo,
la rosa azul que inocula su verdad
en mis ojos que atisban de pronto
al que seré.

miércoles, 27 de abril de 2016

No he vuelto a vestirme de blanco



Pasea entre mis dedos una fotografía olvidada.

Un niño se viste de nieve, roza las alas del arcángel,
en su pecho el cordón trenzado anilla el crucifijo de plata.

Su gesto es una adivinanza, su misal de nácar
reverbera contra la luz como queriendo ser otro
en el ocaso del baptisterio, en la ceremonia
del silencio.

Toda la blancura es un signo amargo
que se pregunta por el azul de los cielos límpidos
sin reparar en las sombras
que le circundan.

Alguien dijo que no hay huella en la nube que pasa;
yo reclamo los días que nos visten
con los ojos ásperos de la experiencia,
lejos de los guantes impolutos,
próximos como un corazón que late vivo
en la herencia y en el sol que resplandece día a día
en las miserias y el error,
en las ropas sucias de un juego que nunca miente
porque sabe consentir con las horas
que le manchan, le nutren, le dan calor
con las entrañas absurdas de la vida.

lunes, 25 de abril de 2016

La inutilidad del poema



Todas las palabras se juntan
como esperando un milagro.

En sus huellas está mi vida,
mi devenir, mi aliento de azar.

Aquí escribo los misterios que no entendí,
los sentimientos que maduraron con la edad,
las orillas y el resplandor, las huidas
y también el remanso
que los días poblaron con mi sed
ya para siempre herida.

Os dejo historias que no entenderéis
bajo puentes, ríos, fachadas, calles
que nadie osaría hacer suyas.

Mi voz se vuelve funámbula
en los versos que me ignoran,
que son mi oscuridad traslúcida.

Es hermoso acordarse de los pájaros
cuando ya no existe un cielo al que volver.

sábado, 23 de abril de 2016

Siempre te imagino distinta

¿Cómo es el inicio de una noche volátil?

Nos baña la luz
igual que una ola de estrellas;
tú has dicho algo que se perpetúa en los rostros
que nos circundan,
yo finjo que la mirada no ansia el tesoro
de tu presencia, el hogar maldito de tu palabra.

Se cuece el licor en la copa traslúcida
donde mis manos acarician
la superficie bruñida
de un cristal informe.

¡Qué más da si en un pequeño trazo
se dibujan las amantes perdidas,
los aventureros locos,
los ángeles sin nombre y los demonios con él,
los niños que flotan en el aire
como murciélagos blancos!

Otra vez te imagino
mientras los poetas languidecen con la música,
mientras brilla en mi garganta el aguardiente verde
de la consolación
y en tu piel la lluvia es solo un espejo líquido
donde pronto entraré
para volver a ti.

"Rosario" un poema de Jon Juaristi

Yo la quería mucho, pero entonces
amar y destruir sonaban parecido,
como en los más confusos poemas de Aleixandre.
Nos casamos con otros. Tal vez así perdimos
lo mejor de la vida. Quién sabe. Hubo una noche
en que ambos acordamos que pudo ser distinto
el rumbo de esta historia de culpa y cobardía.
Se quitó el pasador de su cabello oscuro
y me lo dio al marchar, y nunca volví a verla.
Murió. No lo he sabido hasta esta tarde misma,
varios años después, en su pequeño pueblo
y frente a la serena desolación del mar.
Ahora intento evocarla, pero se desvanece:
No he encontrado siquiera su pasador de rafia.

viernes, 22 de abril de 2016

Irradiabas luz



Antes llovía en ti que en mi.

Por eso salias a la calle sin el impermeable azul,
por eso gritabas como un pájaro
que se ahoga en sus sueños.

Y recorrías la humedad
con el orgullo de una diosa alegre,
bajo la persistencia y la lágrima
de los días arbitrarios.

¿Hacia dónde se dirigía tu perfil núbil
si los infinitos relojes se detenían
como un rumor de aguas caídas
en la plenitud de la noche?

Nadie te sigue-ni yo ni el deseo-
encuentra pues ese brillo que inunda las madrugadas
con el témpano herido por las acequias,
con la huida blanca de tu ayer.

Que se oiga tu voz de sirena
como fuente que llama al olvido
y no permite que ningún frenesí
se vacíe en la luz.







miércoles, 20 de abril de 2016

La lluvia entre nosotros

Es curioso el perfil del agua.

La misma luna no puede interpretar la hora
en dos ciudades, en dos azules,
en dos heridas sin latitud.

Existe en los paisajes un sol oculto
(más allá de la lluvia, de las nubes cansadas,
del ogro que vence a la tarde
cuando el repiqueteo de los canalones
es una canción antigua que se instala en la memoria
como un jardín prohibido).

Siempre quise que las huellas no se adivinaran,
el misterio con sus alas blancas
podría entonces encender las cúpulas,
ahogar la virtud con el sonido de unos pasos,
descubrir que en los lugares se percibía ya
una sombra de cuerpos que llegaran
hasta la caricatura de los diálogos
o la mirada absorta de las encrucijadas.

En esta gimnasia no viven rotondas
ni la caricia del frío se arrodilla volátil,
solo es una vana cicatriz
en el episodio de este encuentro.

¡Qué sobreviva el sol sobre las galerías eternas,
que el mar ame al fin su sinfonía de faros
y que no seas tú el imán perdido
que me atrae hacia la luz opaca
de esta techumbre rota!



domingo, 17 de abril de 2016

Comida de compromiso

Sí, la mesa es el mapamundi de los cuerpos.

Tú sientas tu voz
junto a la boca que te conoce,
frente al cristal que no te ve
en el mediodía de los manjares.

¡Qué armonía de lo intacto, qué sinsabor de la quietud,
qué palidez de cigüeñas en la porcelana de los platos,
en los cirios que no tienen color, en las servilletas
sin el perfil de un signo!

Hablan los cubiertos su sinfonía de metal,
dicen que ayer ya fueron príncipes
de bacanales antiguas,
que no existe un parpadeo
de frases que no conozcan,
que los ritos ejercen una inmanencia de azúcares
o un alegre gesto de vinos
que se alzan hacia el hoy
como estrellas sin ceremonia
o vínculos artificiales que son olvido
o mirada.

El adiós irrumpe con campanas rojas.

Que resplandezca aquí
la transitoria majestuosidad del instante
que se desangra en la raíz de los nombres,
en la similitud de unos rostros
que ya han dejado de conocerse.

sábado, 16 de abril de 2016

Contemplación

Hay tanta quietud en este día mortal.

Las venas del reloj se desangran
como ángeles sin memoria,
el aire no escucha mi voz raída,
el pensamiento escribe
en los enigmas de la nube
futuros de alambre.

Y yo
que ya no vivo en mi,
que solo soy el ayer que pasa.

miércoles, 13 de abril de 2016

La islas

Yo sabia que el perfil de una isla no es su corazón.

Por eso dibujé sus orillas como ríos imperfectos,
su selva como un dominio de infantiles criaturas,
su desnudez al sol como un hogar perdido.

Iba sobre aviso, desde los copos del invierno,
tras la fulgurante sed de los trenes,
hasta el yo mismo que se descubre lejano
en la gran ciudad nunca olvidada.

Y, de pronto, los pájaros crecieron,
su sombra visitó la arena
donde hablábamos del destino de otros
en páginas gastadas por las lecturas
y el deshonor.

¿Será que dos almas se reconocen en los silencios
y buscan estratagemas de soliloquio,
infinitos aullidos que se vierten hacia el ser?

En mi memoria las islas son como un saludo o un adiós.

No distingo su noche ni su día,
ni sé si viví en su raíz
o me pueden los ecos que ya son penumbra
o delirio
o la nada escrita en un talud.

lunes, 11 de abril de 2016

El faro

Me pierdo en las espumas de un mar olvidado.
Aunque la mirada acaricie el ímpetu y la derrota
o crezcan ojos en el dique donde entregué mi infancia.
Hay otro rostro en la arena del verano, hay madres
que se visten de luto cuando las olas les recuerdan
su juventud marchita. Siempre es un don el haz
que divide las playas vacías igual que la eternidad
que no haya en mi un espejo, como el misterio de
no saber si el tiempo me devolverá los racimos
nacarados de tu ausencia.

domingo, 10 de abril de 2016

Añoranza

Hoy veo la fachada de tu casa como una dentadura
que muere. Antes la sed era la sed, lo cuerpos jóvenes
se escondían tras los visillos o alumbraban canciones
de esperanza y amor. He pasado por nuestra calle
y no recuerdo tu abril, tus espejos de primavera
que tantas veces me conmovieron. Otros son los
nombres, otro el viento que devora los relojes,
otros los azules que llaman al mar. ¿Por qué,
entonces, mis pasos retroceden como perros
desvalidos a la búsqueda de ti, de tu sombra
que ya no existe?

Imagino



Cuando tú callas yo habito mi sombra.

Cuando tu voz escribe
sobre los sueños del futuro
un adiós de pájaros se escucha.

Si yo te pienso un jardín brota en las alas del día.

Imagino entonces tu edad infinita
como el rayo de un sol
que amanece en la incertidumbre
de no saber si existirá
para nosotros dos
un mañana.

sábado, 9 de abril de 2016

La decisión

No quiero volver a donde ya no estoy. Hubo
un tiempo en que la piel de la casa era mi
memoria. Yo escribía paredes, marcos, grecas,
palabras que encontraban una boca familiar,
abrazos en los relojes, multitudes en los espejos,
soledad en las alcobas... Hubo un tiempo en que
me vestí con las fotografías y los libros que poco
a poco fui comprando, con las huellas de la meditación
que dibujé en los cristales, con frases heridas o sueños
que palpitaban en los bordillos de la edad. No deseo
volver a donde ya no estoy. Nada pervive en el tacto
de las porcelanas ni tampoco en el perfil de unos
muebles que no me reconocen ni me añoran. Ya
no hay nadie aquí, ya nada significan los pasos
que recorren este pasillo que me devuelve a la luz
de un vacío, a un portal que me despide con los ojos
cerrados y su corazón en la espalda.

Fragmento de "La mujer justa" de Sándor Márai

«Era fiel hasta con los objetos. Quería guardarlo, conservarlo todo. Ése era su lado burgués, el rostro noble de la burguesía. Quería conservar no sólo los objetos sino todo lo que fuese bello, amable, valioso, sensato… Ya sabes… Quería conservar las costumbres, los modos de vida, los muebles, los valores cristianos, los puentes, el mundo tal como lo habían construido las personas con infinito esfuerzo y dedicación, con su ingenio y su sufrimiento, con sus mentes brillantes y sus manos callosas. Para él todo tenía el mismo valor, amaba el mundo y quería protegerlo de algo. A todo esto los hombres lo llaman cultura.»

viernes, 8 de abril de 2016

Las golondrinas

Habitaciones. ¿Sólo una o diez?

No, la que irradia voces,
amanecer, claridad,
ecos de fotografías inquietas,
paredes sonámbulas
como un historia que nunca termina.

Pero el niño cruza los dinteles,
observa que los cuadros no hayan crecido
ni tampoco ese resurgir de telarañas
que le maravilla
con su estrategia de amor.

Es el otoño,
lo sé porque el aire de la luz llega tibio
como si las alas de un duende eclipsaran
la melancolía de los armarios,
el fúnebre azul de los espejos.

Madre dice: “Ramón, las golondrinas han huido
hacia un país poblado de lágrimas,
dibujos en el cielo,
alambres en las cornisas”


Tú lo has entendido, madre:
“ya no sabremos dónde su locura amanece,
en qué tejados ambicionan su hogar
de flechas y nieve,
porqué no han querido ser nosotros
entre zócalos de siemprevivas,
entre los lirios que se han llevado
ignorantes de que el sur
es un círculo que envejece”.


Espero aquí y ya soy ventana,
cientos de miles de ausencias se oyen:
qué diferente resulta el grito que invade los boudoirs,
se refugia en la plata
o descansa como un gato infantil
en las alfombras heridas
que sueñan con los ojos de Sherezade.

martes, 5 de abril de 2016

Tu andar



Aquella sombra no te perseguía,
en la memoria de la calle,
en el rubor de los cristales
que vigilan tus rodillas
desatentas al paso estéril de los semáforos.

“Sueña el pájaro con ese mismo árbol
que es su morada, su noche y su muerte”.

No es un camino lo que recorres,
son las avispas del tiempo
que quieren las celdas de tu falda
o vencejos que lloran en sus picos
la magia de un roce con la arquitectura
que alejas en cada elipse
de tus botas de caucho,
en los labios que crecen hacia la esquina
que infinitamente te busca.

Ah, sí! las farolas
y el aullido de este cine
que fue estertor de encuentros
en las tardes de adolescencia.

No cruces con la magia de tu estela
la iconoclasta sed de los escaparates
(ese ama los vidrios y rehuye la noche,
el otro dibuja profesiones
sobre esqueletos de plata
que cuelgan en los ojales vespertinos
como un recordatorio del no ser
y la casualidad).

Prosigue, como un ejército que deslumbra
con las diademas y el tibio relucir del ámbar
en tus lóbulos de amapola.

Concédeme, si lo deseas, una armonía
que consiga entender el diapasón de tus piernas
para que yo escriba lienzos de río
en la única verdad que me impulsa:
tu sincronía grácil de mariposa joven.

sábado, 2 de abril de 2016

Dualidades



Aunque el mismo rostro se mire en dos espejos aparentemente iguales nunca podrá sentir el don de la unidad. Es como si ese rostro se reflejara por una vez en el flujo incesante de un río y por otra vez en las aguas calmas de un lago. Quizá reconociera en su superficie la similitud de un perfil, pero nunca entendería la doblez del espíritu que forma su ser.