viernes, 31 de diciembre de 2021

Ojos zarcos

Con alas de ceniza llega,
el esqueleto del ángel
fluye por mis arterias,
come de mi sangre, mata
el corazón del niño que fui.
El ángel terrible es azul
y habita en tus ojos.

jueves, 30 de diciembre de 2021

Jean Valjean

 


La primera justicia es la conciencia
Víctor Hugo


¡Oh dios amargo, dame el pan que me duele,
los niños lloran en la penumbra,
exhaustos como gorriones débiles,
yo quiero sanarlos, darles la luz,
un suspiro de vida en los labios negros!

Un corcel voraz me atrapa,
es su sed una venus ciega, justifico mis actos con el aullido del perdedor,
escucho la voz del céfiro con coros de condena,
los años son grilletes encendidos,
vuelo sobre los torreones del azar,
mi fuga es un sueño con alas de mártir,
diecinueve años o diecinueve siglos en un ataúd húmedo
¿sois los cuervos un ángel oscuro que croa en el alféizar de la muerte?

Recorro las latitudes del páramo,
villas de sangre tímida rechazan el eco de mis pisadas,
huele a indumentaria raída, a licencia para vivir,
a podredumbre de cadenas cuyo mensaje es el frío del desprecio,
el organillo agreste de la culpa.

El viejo cura me acoge con su manto sucio y su verbo de paz,
pero yo traiciono a la paloma que crece en su boca,
tesoros de plata en mi mochila, crepúsculo de la huida.

¿Qué corazón es un signo?, hay un eco dulce en las palabras dormidas,
un jardín de amapolas recónditas que vigilan el aura del proscrito.

Él me regala la ternura de la santidad,
y yo reconozco el alfil del amor,
la bondadosa máscara de los que entregan la luz a las sombras,
un rayo en mi alma amanece.

Y, sin embargo, piso la moneda del destino,
la subo a mi fajín como una derrota desconocida,
llorará el tiempo con la melancolía del suburbio.

Una ciudad, pequeña como el recodo de un río,
la fe en los hombres y las mujeres,
el trabajo que mana como un hilo carmesí,
hasta la pesquisa, la sospecha,
y, al fin, un sabor acre a justicia que es la confesión inútil del bienhechor.

¡0h Fantine, mi alma envejecida,
tulipán caído de su luna, madre de los alientos infinitos,
tu Cosette es un pájaro desvalido y yo el ala grande,
el nido de fieltro donde se abrigará su noche!

París de las cien mil luces, arrabal colérico,
pestilencia del amargor, barro y letrinas,
Notre Dame, los desheredados danzan con pañuelos
y trajes de colores, se escuchan las campanas latir con voz de púlpito,
con hambre de niebla.

Sí, el muro es un cuadrángulo donde mora el silencio,
la virtud, la oración del secreto,
un jardín que cuidar con el rostro mudado del ignorante.

Fueron años de paz, de palabras sin incendios,
de hojas blancas en los árboles como pétalos de luz.
Cosette, joven Cosette, aquel aguerrido galán,
con su ideal de bandera ennegrecida,
vela por ti como un halcón enamorado.

Días de sueños en las almenas,
Javert quiere un canto de justicia en la garganta sajada de los niños,
se equivoca, porque niños no son, descubren su alma bajo la levita oscura,
la alevosía y el rencor, la estricta mudez del rebelde.

¿Qué puedo hacer yo, si su espada de sangre me persigue desde el adiós del débil,
porque ahora su llanto es el mío,
soy acaso el arcángel que distingue bien y mal en una botella vacía?

Quise salvarle porque todos somos un alud que se agota
y no hay verdad que se parezca al sol,
solo un paraíso de sombras en la luz,
fantasmas que crujen al nacer el día.

Nunca entendí su mirada, sus ojos me decían
que en la oscuridad se descubren llamas insólitas,
una luz que se alza e ilumina la faz de un hombre
que, al fin, se reconoce erróneo, extraño Javert.

Ahora, arropado por las sábanas del tiempo que fluye,
confieso que no existo ni existí, que fui fruto del azar,
que mi voluntad ha querido sobrevivirme,
por eso os abrazo
mientras la nieve cae detrás de la ventana cerrada.

martes, 28 de diciembre de 2021

Aire de amanecida

 Pequeña fibra de tiempo, brizna o pluma que, levemente,
se posa o alza, latido insomne, rítmico, danzante, como
un diapasón anclado en la negrura arcana, luz de alba,
mañanera, recién nacida de la oscuridad angosta,
telar o árbol rojizo en plenitud, lamiendo la corteza
del horizonte, redondo ardid del día, aire tibio y dulce,
olor a almizcle, aire breve que flota entre los olivares,
sobre la espuma del mar, en la piel de los edificios,
bajo los puentes, corredor que abraza el velamen yerto
de las goletas, silbido fugaz en la ósmosis prístina,
canción sumisa al acontecer de los astros, céfiro de luz
que engalana los cielos con nubes nómadas, testimonio
del color que transporta entre suspiros su arco iris
policromo, éxtasis de los navíos, cenefa que los pájaros
arrastran hacia el confín de las islas, colinas de ámbar,
tintadas de luz, campos de espigas ocres cimbreándose
como esbeltas esfinges, claridad en mis ojos sin párpados,
estertor de los arcángeles nocturnos, centella áurea
del pálpito sereno al despertar el sol, sed de amanecida.

domingo, 26 de diciembre de 2021

Tu rostro

Es tu frente un delta niño, las cejas dos espigas de oro.

Las pestañas ponen negritud a la claridad de los iris,

pero el color brota como una catarata verde. Las orejas

reciben los arrullos del cabello, en tus pómulos acampan

los sueños, son faros que me guían en la noche. Tu nariz

olisquea la luz, la cautiva, le da un columpio y un pedestal,

la mima. En las sienes un mapa del tesoro, jamás descubierto,

la boca es mi hogar, sin puertas ni ventanas, solo lecho de amor.

El mentón te dignifica, te alza, te encumbra, es la sed del orgullo,

el desafío fugaz. Yo te quiero de perfil, para que no me mires


cuando te miro.

Visiones del ocaso

 

Regálame un río que se ice sobre las murallas de Jericó,
la rosa egipcia de un oasis sin agua.

En la lejanía el círculo de oro es un sol,
fueron tus alas el plumaje ambiguo
con que el misterio viste a sus pájaros.

Nace el ruiseñor en la curva de los alféizares,
canta y crea un himno de alacranes muertos
que sobrevuelan el faro eternamente virgen.

Hay un corredor de cristal en la luna,
fluyes como un ardid en la tiniebla de los mapas,
existe el ojo del cíclope clavado en el azul,
visión de mares y columpios al atardecer.

La lluvia color estrella revuelve el corazón de las hojas,
rastros infantiles en los peciolos,
el sudor de la salamandra es rosa
como un azúcar hilado
en la feria de los cisnes.

Crujen las veletas
porque el viento alegre juega con sus territorios de latitud
como el trampolín juega con los cuerpos que se deslizan
sobre su piel danzante.

¡oh dios de las amapolas, enciende el aura de las almenas celestes,
la flor púrpura del señuelo donde los pájaros arriban
con el éxtasis de las fresas, con el jengibre derramado,
con la tintura carmesí de los labios rojos!

Supura un círculo de palomas los lamentos de la tarde,
ríen las fuentes con grito de jirafa muda,
sueñan los alcornoques con un pedestal sin hojas
donde reine la eternidad.

Y yo escribo palabras de azufre, versos de algodón,
adjetivos de alcanfor en las nalgas de la sibila.

Créeme, si atardece es que su nombre llega,
con cuadrigas floridas, con las pérgolas brillantes
bajo el arco iris que asoma.

Así estalla el crepúsculo en los arrozales,
como una esfinge que no asume su destino.

Sigue aquí el viaje

 

Escucha el mar
cómo llega y regresa,
late en su abismo el hemisferio de un espejo
que nadie persigue.

Todo empieza con el alfiler de un cristal,
corroído por vientos el espejismo navega
y deposita la noche en tu costado.

¿Qué nos queda, salvo el horizonte, la línea ofuscada,
el lomo de una isla imaginaria?

Sigue aquí el viaje, las carreteras bajo el sol del verano,
esas venas que en su amarillo reviven
y se muestran como jardín y fulgor.

Es el sur, su huella de cal
y sus orquídeas de cometas perfectos.

Alguna vez la ruta será inversa, hacia el río y la muralla,
hacia los cuerpos que urdieron un enjambre de luz,
un solsticio de páginas y sed.

Despedida

 

Si bien es cierto que ya no anuncias el rencor
ni el cromosoma pálido de una huella concibe tu músculo,
si yo te canté por no cantar la mirada,
si imaginé un espacio entre los dos
tan breve como una palabra en tu boca,
si limpié cada sábana que azotó el rompeolas,
si el vacío se interpuso entre tu hombro y el mío
y la melodía de un rumor asesino fue lamiéndonos el vientre,
si aún así tu piel nos embarca sobre mares en ruinas
y te veo hecha sombra y me veo sol y nube
sobre una cama amarilla, si es verdad la mentira
de este choque de deseos, entonces que muera la
noche, pues sólo la noche nos dejará una flor herida.

viernes, 24 de diciembre de 2021

Primera luz

Los espejos reproducen mi imagen, sola.

 

Ya no suena el teléfono en el vientre de la pared,

su timbre ha dejado de llamar a los sueños,

no responde mi hermana al misterio de otra voz

en la tarde.

 

Por el pasillo bailan los cuadros sin moverse,

solo yo entiendo esa armonía del silencio estático,

la leve quietud que fluye como un río oculto

bajo las figuras retratadas o los paisajes que viví.

 

Ruido de cacharros en la cocina,

música en la habitación de Clara,

un flexo dibuja el círculo de un haz

sobre la madera de boj de la cómoda.

 

Siento la vida como un enjambre armonioso,

un telar de vivencias que se entrecruzan

bajo el ritmo de un reloj que acompasa

el fluir inalterable de las horas.

 

Conozco los pasos, las voces, la respiración de cada uno de vosotros,

también estoy yo aquí con mi voz, mis pasos y mi aliento.

 

Notad cómo la luz enciende, con calma, las sombras del hogar.

Nace el día dentro del día, se escucha partir la noche.

 

 

 

 

 

 

jueves, 23 de diciembre de 2021

La soledad muda

Pájaro invisible que vuelas con máscara amiga.

Sonido de carcoma en mi vientre,
susurro como aire que filtra el ángulo infantil de la duda,
cáliz donde derramo la sed de la palabra
que regresa a mí sin el reflejo que la nutre.

Sierpe que desconoce las vocales del amor,
el abrazo cómplice del antónimo,
la compañía que un árbol hila
en la maraña boscosa de mil congéneres,
la confidencia que el amigo arroja sobre un alma abierta
cuando se nubla el tiempo feliz de la algarabía,
la desnudez de una piel tan cercana
que brille bajo el blancor de luna.

Tu imagen es como la quietud de los espejos,  
como el soliloquio en la madrugada del páramo,
como los ojos del felino que acecha en el manglar.

Déjame, soledad, hablarte, aunque no me conteste ni tu sombra.

miércoles, 22 de diciembre de 2021

El pasillo


Demasiados espejos y siempre
una luz convirtiéndolos en noche.
Voy a describir un pasillo largo:
a los lados tiemblan cuadros
como pasatiempos de un niño
manco. Aunque no se escuche
un balón pisa la calle,
aunque nadie lo vea
un teléfono conversa solo.
No he contado las puertas
que miran hacia dentro
ni he podido fijar el color
en su punto exacto de locura.

martes, 21 de diciembre de 2021

Aquel amanecer


Es mi habitación una nube de luz que aún duerme.

Mis ojos abiertos evocan otra luz,
en otra mañana, parecida a esta.

Mañana de hotel en una ciudad del norte.

A mi lado
tu respiración tranquila,
todavía en la mitad de un sueño.

Hay amaneceres que nunca volverán a ser los mismos.

Por eso, en el recuerdo, sobreviven.

Aquella fue nuestra primavera

Hemos dejado atrás la fría noche, la luna y el adiós.

Como una sombra, lejana al árbol,
camino en el ensueño de serpentinas y dulzor
hacia mi esquina sin rododendros,
huida que finge ser levedad
de rostros ambiguos
o ceniza en el corredor de no sé qué partida.

Llueven flores
porque la primavera es así
llora con pétalos, se vuelve virgen,
adopta la figura del jardín perdido
en la memoria de un día inexacto.

¿Y si alguien ha fenecido en la escarcha
o en el rocío blando de la compostura
y si la nieve ejercita su músculo
cuando abreva el río su caudal
y no existe el miedo
solo el solaz arbitrio de los cuerpos enternecidos
por un sol que acaba de caer
de su vientre hostil?

Acaríciame, sí, acaríciame
con tus mallas escarlata
y ese vino dulce que madura en tus labios,
acúname con la libido de los ejércitos que me pueblan,
hormigas de paso firme,
tallos que se encumbran
como narcisos alados
entre yo y mi sed.

Es la primavera suicida que acuesta sus nalgas en el temblor,
es la historia de un brote en el músculo imberbe,
es también la nostalgia de una ciudad
sin muros ni piedra,
ni lugares secos,
anhelantes de virtud y omoplatos vacíos.

Si me das la mano un viento sur crece,
ya somos orilla, vergel de alfombras
donde se escucha el clamor de una paz no consentida.

Nunca volveremos al arrullo de las abejas dóciles,
en qué tiempo, en qué año o día la máscara
que aún llevo por ti y ese abril que nunca muere
en mi látigo que rememora la inutilidad del fulgor en tu cadera,
en tu seno excelso de delfines
que juegan con el amor y sus pájaros
sin nubes ni horizonte, sin nido ni mañana.

domingo, 19 de diciembre de 2021

Yolanda

Camino del concierto, la noche más oscura.

Cantan Silvio y Pablo, como ángeles.

Yo la veo arrobada, danzante, eléctrica. 

*Ojalá que la lluvia deje de ser milagro que baja por tu cuerpo,

una mujer se ha perdido,

yo no te pido que me bajes una estrella azul.

Qué curioso que me acompañe Yolanda.

Con timidez, musito su nombre entre dientes,

para que ella no lo escuche.

 

*partes de canciones de Silvio Rodríguez y Pablo Milanés

La habitación del loco

Lleva horas quieto, el ventanal es su mundo.

Vive en una habitación limpia y clara,
a las 8,00 a.m. desayuna,
a las 13,00 a.m. come,
a las 21,00 p.m. se acuesta,
entretanto mira.

Por su esófago navega el plástico de una píldora,
de otra píldora, son diez colores en su mar sanguíneo.

A veces grita, 
a veces habla con el espejo, 
a veces se transmuta, 
finge ser otro.

En el jardín ya no hay pájaros.

Eso le extraña.

viernes, 17 de diciembre de 2021

El último tren

Domingo, muy por la tarde.


Ya la noche escribe garabatos por el cielo.

 

En la estación los paraguas se cierran,

el reloj resplandece como una luna de neón,

la megafonía es una amapola que ladra.

 

Mi tren de acero blanco brilla como el mercurio,

Coruña-Santiago son setenta quilómetros,

veinte minutos, nada más.

 

Cuando fui estudiante este viaje era un mundo,

parece que la vida ha dejado de ser un tren de largo recorrido.