domingo, 28 de abril de 2019

Amor imposible

Tuve en mi mano la luna, luna de alfanje,
perfil de luna en los ojos. Quise llorar de amor
y me volví ciego porque sentí la luna en mi rostro,
en mi piel, huella de luna en los párpados.
Ahora solo siento su beso silente
de luz entreverada sobre mi boca de niño.
Y ya todo es amor, amor sin ojos,
carne de luna en mis sueños.

domingo, 21 de abril de 2019

Retrato de familia

De quién es la edad, madre, niño, padre, hermana.
Años sesenta en la florida piel. Los estampados y los jeans,
el álgebra de las blusas y el lacoste azul.
En la fotografía hay timidez y un fastidio entre los senos
que apenas dibujan un jeroglífico. La pillería de los labios infantiles,
la oculta seriedad en los jardines familiares
y un orden o armonía de latidos que asienten como un eco.
Ninguno conoce aún su destino, no se adivinan los mapas
del tiempo en sus frentes de seda, solo el párpado del instante
que recoge una cámara, como hoja de olvido
o misterio que se desvanece en la virginidad del retrato.

viernes, 19 de abril de 2019

Así fuiste

Así fuiste: rodilla en invierno, margen de luz

en la caracola ciega. Tu nombre una elipse,

tu voz el arbitrio de los cóndores en las acequias de la bienvenida,

Siempre serás el árbol desplegado,

los rizos y su color, la cintura que no pide oráculos,

el hambre abstracta de la juventud. Te quiero

y te querré bajo los olivos verdes, sangrará la rosa

del futuro con sus ovarios en cruz y la metamorfosis de la abeja

rondará la nube que se anuncia, sin fin, como una isla en marcha.

Nuestra singladura esconde un río alegre, sus olas de niño,

el viaje que brota en la transparencia del tiempo

no habita los siglos del erial o las cicatrices del espejo blanco.

Sé que es duro imaginar tu palabra sin la mía,

recorrer con la linterna apagada los laberintos que un día incendiamos,

las salidas que fueron renuncia, la ósmosis terrible

de dos cuerpos que se amparan. Piensa en la raíz

que, sumergida, invita a llamarnos memoria, luna inversa

en tu seno que, una vez, en las locuras de la bienvenida

nos alumbró, opaca ya por el éxtasis de los columpios,

o por la mirada que se vuelve vieja, sin querer.

lunes, 15 de abril de 2019

Los ecos

Aguarda el ladrido mudo en un acuario sin voz.
A deshora me despierto con los nudillos azules,
llega la herida que se sumerge en la piel
como un ántrax infalible.
¿Y qué de los cuerpos en la quietud,
tras el artificio innoble de la melancolía?
Mi barba de esponja gris, el frenesí de las olas
y, de pronto, el silencio que nos busca, hospitalario.
Al final de la raíz surge la pantomima de la flor,
el desnudo ante la magia del sol, el suvenir que Pandora
escondió entre la niebla. Yo solo quiero un oasis
o un mosaico donde hablar sea la luz
y los ecos la sonrisa que comprende el perdón de los niños
bajo la lluvia que no cesa de empañar los segundos de este reloj
que dentro de mí, aún palpita.

sábado, 13 de abril de 2019

Instantes o lugares

Pueden ser naturaleza eterna.
Sol, campos, nieve, flor.
Para mí los espacios sin nombre:
el hogar de la absenta, el frenesí del ruido,
tal vez el cristal donde sonríe la aurora.
Todos han sido míos en el desliz de las noches,
también han poblado las tardes en los cafés
cuando el murmullo era la caricia o el perdón que no buscaba.
¿Y la sed de los trenes con su músculo impertérrito
de kilómetros sin mar? Y por fin la casa
que es mi doblez y mi sueño- paredes que abrazan,
relojes que miran mil rostros antes de la fuga-
o la paz de una huella que sobrevive a las horas
agrestes que no cesan de percutir en mi voz
como un sonajero amargo.

martes, 9 de abril de 2019

Un reflejo en el sur de tu espalda

En los ombligos de la calle crece tu espejo.
Siempre fuiste tú la orilla en el bisel,
la sombra que cubre la última cantina,
el garaje vacío, un súper donde vi otros pechos alzados,
el edificio oscuro que nunca habité.
En las aceras late la lluvia, ínfimos árboles
se ocultan del viento como bambús entre la niebla.
Se oye el mar-su lánguida ola-.Será septiembre el olvido
o el comienzo de un silbo en el agua. Atrévete a mirarme,
saluda, aunque no exista un nudo que nos una en la flor del aire.
Sí, ya somos recuerdo; algo, una pluma sedienta, un polen perdido,
un reflejo en el sur de tu espalda quedará sobre la nieve del instante
que nos pobló como la luz puebla el mundo.

lunes, 8 de abril de 2019

La extraña ceniza de los días impares

Ese barniz en el útero, la primigenia imagen de mí.

Al abrigo del tiempo lento
las hojas caen como pestañas olvidadas en la nieve.

He sido pesadumbre de enfermedad,
mueca en el rostro futuro, torpes ejercicios de sincronía
que no vencen al crepitar sin voz de la noche.

Mi timidez aún escucha su eco
y no sabe qué portal, pared o lujuria
excavará su risa tenue de murciélagos vespertinos,
heridos por la luz.

Crecí bajo el yugo de un episodio innombrable,
lágrimas de dolor en mis omoplatos,
jardines sin cultivar hacia el deseo de la juventud,
salvajes los alientos del alma que exploran el grito y la tiniebla.

Pasé por amores
como esquejes orientados a las sombras,
creció mi ansia en el párpado nocturno de las horas inútiles,
en ciudades amargas, oscuras, muertas
escribí la sinrazón de lo efímero, su silencio infinito.

Hasta que llegaste tú junto al yermo sin paz de mis rodillas grises
y el columpio de la sed brincó en el perfil de mi nombre.

Aquel hemisferio
donde ubicamos la mansedumbre del presente escogió
luces, territorios, países que lloraron nuestra partida.

Y al fin, el hijo en tu vientre de amor,
el exilio hacia los paraísos del mar,
la incógnita de la piel al encenderse la erosión del desgaste.

Pero, piensa, que cuando yo ya no esté
una ola azul llegará hasta el pálpito que ambos dejamos en la niebla,
un resplandor entonces creará el misterio de haber sido dos
en la ceniza extraña de los días impares.








sábado, 6 de abril de 2019

Ahora que eres perfil

Han llovido experiencias y multitud
y aún no reconozco tu abrazo. Días de lluvia,
eternos como un latido, espejos invisibles
donde yo vi tu asombro, mosaicos en la calle
que no recitan tu hemisferio. Sé que admites
el aullido de la palabra, y también el reverbero de la luz
a la que insultas, enfebrecida. Te busco en mi hogar
cuando no quiero el desliz de un cuerpo, te imagino
sola al abandonarte en el dintel de un cuarto prohibido.
Tú sabes del dolor de la latitud y de los alambres del presente,
te añoro como perfil que atisba mi sombra, en las mañanas
perdidas entre las flores que nunca conocí
y que solo tú me recuerdas.

jueves, 4 de abril de 2019

Y habrá

Así como la lluvia llega al grano
y finge ser luna, parasol, hambre.

Las hojas caen en su mudez,
el ocaso ríe al oír la penúltima canción del ruido,
una deidad amanece tras el ribete blanco de tu falda,
el viento se arracima bajo los neumáticos azules del deseo.

Tiemblan los pájaros en la rama caída
mientras las hormigas heredan el paso simple
de los nómadas proscritos por el laberinto ciego de su vida.

Tu nombre,
tu nombre de claridad
cabalga en el ojo sin avizor del océano;
sirenas nunca vistas
visten el archipiélago soñado por los mitos
silabean rosas púrpura en los labios de las calles
que, como un párpado,
surgen y mueren al paso de la noche.

Y volverá el tren del encuentro con sus luces marchitas,
y la hora será la hora en que diré futuro
antes de la caída que los murciélagos vigilan.

Y habrá sombras inaudibles
y habrá transeúntes que niegan su identidad
y habrá portales no son encendidos
entre el adiós y las preguntas del alba.

Mi esperanza se arroja sobre la pulpa de un café,
las palabras parecen una sintonía de viejas herencias
-sabes qué, he visto, has leído-
con címbalos que pronto cesarán de columpiar su salmodia.

Así son los oráculos que apenas chocan.
Te pregunté por el lirio albo de tu pecho,
mañana en el ojal lucirás la ajada cicuta del olvido
y yo solo veré tus omoplatos vírgenes, contemplándome.

martes, 2 de abril de 2019

Sangre

Un río que sabe a tiempo, a luz y luna.
Hematíes como fotos de un pasado,
plaquetas innúmeras en el tiovivo del azar.
Te contienen piel y músculos heridos,
tu sabor se excita
cuando rozas el eje cortante de un artilugio,
un corazón de agua y vida.
Has guardado los silencios en tu fluir de medianoche,
en la corriente de los canales lúgubres los ecos del amor,
del hastío, de la risa y el cansancio
proclaman la infinitud de los años que envejecen.