viernes, 31 de julio de 2020

La isla

Mi corazón tiene la forma de una isla. Tú vivías
al norte, cerca del faro que habitan los cormoranes.
El silencio no existe en esta tierra, la cal es un barniz
que el sol muerde con incisivos rojos. En la playa
el promontorio, las huellas de los pájaros, briznas de algas
y ese rizo blanco que el mar entrega a la duna.
La flor del hibisco engalana tu ojal, el sombrero
de esparto y la cinta de seda en el mentón. Tu vestido
es un rumor de palacios, una luz herida al partir
el último tren bajo la lluvia. Mi corazón tiene la forma
de una isla, el perfil exacto de tu espalda, la latitud
sin horarios de un desnudo. Lo sé porque la isla
se parece a tu cuerpo dormido.

jueves, 30 de julio de 2020

La casa perdida

Aún puedo volver a la casa perdida.

Quedan los dibujos en la pared manchada,
los ventanales que atisban la lentitud del aire,
apenas un roce en los naranjos del bulevar,
un soplo que empuja a las olas imberbes,
cóncavas las velas como un párpado inverso
al contraluz de la deriva.

Todavía las horas no han partido de un reloj sin piedad
ni los espejos rotos reclaman un nombre, una piel o un mañana.

Sigue conmigo el laberinto de la música
con sus letras en flor que atraviesan los mundos y dan alas al sueño.

La casa perdida nunca se perdió,
bajo su arrobo de madre-niña
esconde guedejas de pudor
y telarañas rojas en su carmín perenne.

Qué tristes son los aullidos del tiempo,
qué luz se pierde cuando los ojos no son ojos
sino lámparas en la memoria.

La casa perdida llora en una nube
como llora el ángel caído su destierro.

Ven a mí, hogar de mi sombra,
ven hasta la noche que habito
y sé el umbral de todos mis inviernos,
la guarida que me proteja de este frío
que una y otra vez
llega.


miércoles, 29 de julio de 2020

Cuéntame otra vez las cosas del árbol

Cuéntame quién era, cómo mi risa o mi voz.
Qué hice de niño que ya no recuerdo.
Me hablaste de la isla, una tarde de lluvia,
añorabas el calor y los cielos claros. Dime
lo que dije y te dolió, sin que yo me diera cuenta.
Cómo soy para ti cuando sueñas conmigo,
en qué lugar permaneceré para siempre en tu memoria.
Cuando te vayas, algo de mí también se irá,
seré menos yo sin tu mirada. Cuéntame otra vez
las cosas del árbol, el árbol que somos, una familia
en la inmensidad del bosque. Igual que tú, le hablaré
a mi hijo de quién era, cómo su risa o su voz,
lo que hizo de niño y ya no recuerda, las palabras
que musitó y me dolieron, cómo es para mí
cuando le sueño, en qué lugar se esconde
en mi memoria, cuál es mi isla añorada.
Algún día le contaré las cosas del árbol.

martes, 28 de julio de 2020

Hija de la lluvia



Amo la lluvia, gloria del agua sostenida en cúmulos grises.
No es llanto ni maldición, cae en mi rostro sin aviso,
riega el mar, humedece la aridez del barbecho
como fluido de inmensidad.

Se multiplica en su transparencia de capa inconmensurable,
entibia la nieve y crea un río, como un hilo noble atraviesa
el roquedal, la jara y el espino.

Lluvia en fondo gris, de nubes hastiadas
que donan su aljibe de magnificencia
al reflejo infantil de unos ojos que miran su pausa,
su caída lenta,crepuscular.
su baile en coro,
cortina que empapa y renueva mi vestido manchado.

En el cristal el beso del agua,
rocío o mota que estalla
y se duerme
y resbala en un suicidio de niña
hasta el alfeizar donde la enorme lágrima palpita.

Amo la lluvia que atraviesa la magnitud del robledal,
amo su fiereza sobre el mar tormentoso,
amo su voracidad y su caricia,
el borboteo mágico de un canalón,
canto del agua.

Vive en mis ojos su entrega vertical, limpia razón del existir.

Amo la lluvia, en la noche, si escucho su repicar de campana,
el sonido amortiguado que entrega mis oídos al sueño,
al calor de una sábana tu presencia húmeda,
tu labio líquido, tu corazón fértil,
hija de la lluvia.







lunes, 27 de julio de 2020

El poema

¿Dónde estaba el poema que brotó en la noche?

Irrumpe el recuerdo como un geiser dormido.
Un acontecer, un lugar, historias sin sol,
paraísos, una cicatriz que conviertes en avidez.

Entonces,cuentas algo de ti, algo que no olvidaste,
o quizá algo que no es completamente real.

Están las palabras y el mensaje,
los adjetivos y los pronombres,
el baile rítmico de los versos,
las estrofas como envoltorios delicados
que transmiten coherencia y verdad.

Has escrito con lujuria y con fiebre,
porque escribir es un desgarro,
la desnudez del alma escondida.

Escribes con el corazón y con la rabia,
con la tristeza liberada,
con el deseo de justificar tu pasión,
con todas las imágenes en las manos,
entregadas al sueño del lector.

El poema brilla o tal vez es oscuro como la indiferencia,
el poema eres tú recomponiendo el espejo que cada día rompes.

domingo, 26 de julio de 2020

El río



Fíjate en la luz.

Fíjate como borda tu piel,
tus ojos,
el nimbo que eres.

Compartimos palabras en países extraños,
el idioma caía igual que la nieve cae en el vacío,
entonces los barcos eran el sur,
estandartes al viento en la línea del mar,
trinquetes altivos, plenitud de velas henchidas.

Qué ilusión de cuerpos,
qué marejada de olas en los labios,
qué ansia por conocer la guarida salvaje de todos los felinos,
qué gloria de puños alzados contra el barniz cotidiano.

Un río es el alma del agua,
en su interior solo hay silencio de hojas arrastradas,
otoño fugaz, fiebre líquida en el relumbre del atardecer.

Ya se ha ido la luz de tu piel y tus ojos son sombra.
Las palabras se escriben en diarios ocultos,
ningún país es tu país,
todos los barcos van hacia el norte
y no regresan.

A veces el recuerdo nos salva de nosotros,
de la corriente de este río que se agota en su ramaje de estuario,
en su palidez salina.




sábado, 25 de julio de 2020

Un cuerpo en la memoria

Su estatura crece con la luna. El color de los ojos,
pirita madre, cuarzo atravesado por la luz, arco iris
voluble sobre un fondo de agua. La naturaleza es húmeda,
piel esponjosa, lagrimal presto, fluidos en los capilares,
brotes de amor a la vida. Y la columna y el atlas
que sostiene el perfil, la osamenta del cráneo,
pedestal del pensamiento, maxilar que sonríe
ante la fugacidad del reloj. En su pecho cántaros azules,
la areola como un tizón invertebrado, invicta gloria del deseo.
Al abrigo de las caderas su sombra, desliz o imán, refugio
de elipse al que se abraza la noche. Cuando camina
pequeñas alas la izan como ángeles dorados, y ya es ritmo
su andar de ola frágil, espuma rectilínea, paso de cisne
en la mañana. Su cuerpo está en mi mente como una cicatriz
imborrable, pervive, juega, avanza, y nunca se asoma al futuro
ni a la decrepitud, ni a la ceniza gris de los muertos.


viernes, 24 de julio de 2020

El jugador

Unas pocas monedas que jugar.

Sobre el tapete,
en una mesa humeante,
bajo un foco cóncavo,
la mano sostiene cinco cartas ambiguas
como un rayo de felicidad.

Hay dentro de ti una fiebre de brillos impares,
un latir de ríos de plata, la sed rota del iluso.

En el salón recreativo torpedos de luces,
una melodía de ritmo sincopado,
colores, frutas y números en una fila mortal,
cepo o trampa del temblor, suburbio del corazón
donde gime una esperanza atroz,
avidez o calvario del sueño,
saco que, una vez resplandece,
y donde mil veces depositas tu orgullo, tu paz y tu conciencia.

Ninguna moneda para vivir.

jueves, 23 de julio de 2020

Habitación de infancia

Es negra como una nube de invierno.

No está desnuda
la visten grabados,
anaqueles, cortinajes de lana,
un armario color añil.

Las grecas del papel pintado
como domus de habitaciones intimas,
mensajes cifrados en escrituras geométricas,
un designio de inútil privacidad.

Hay dibujos de hombres que dialogan,
ancianas de paño negro y rostro ajado,
bajeles en la bahía de un pintor anglófilo.

Sobre la cama
días de enfermedad,
libros de aventura, la radio,
voz animal, voz de tribu,
que me recuerda que soy rebaño.

Una sola ventana que da a un patio vertical,
sin juegos de niños ni ropa tendida
ni comadres de vecindad.

Una araña de estaño cuelga del techo,
espigas de cristal, mecánica luz, artificio de la noche.

Esta habitación es mi puerto de salida y es mi isla de llegada,
cajones que guardan diarios, minúsculas cosas,
collage de mi vida.

Ahora vuela en elipse
un ángel tan pequeño como un átomo,
respira junto a mí el mismo aire que entibiece la luna.

Y yo me siento acompañado
como Peter Pan lo estaba
con su fiel Campanilla.

miércoles, 22 de julio de 2020

La promesa

Te has ido con tus amigas a no sé qué pub de moda.
Maquillada como una geisha pareces recuperar
la juventud bajo el rímel, el carmín y esa sonrisa
adolescente que de pronto asoma en el espejo.
Con la ilusión de antaño buscas el vestido azul
que te regalé de novios y compruebas, con satisfacción, que aún te sirve.
Tu cuerpo, piensas, es tu aliado. Comprende que no pueda dormir,
que te imagine con el tercer gin-tonic en la mano, seductora
ante el conocido casual que se acercó a ti desde la barra.
No te equivoques, yo te entiendo, conmigo no son posibles los misterios
ni las aventuras, ni la novedad de otras palabras, otros gestos, otros susurros.
No habrá malestar ni rencor. Entrégate, pues, a los sentidos de la noche
con los labios húmedos y las ganas en el sexo. Solo es que me prometiste
volver a las tres y ya estás tardando, mala pécora.

martes, 21 de julio de 2020

Torre de Hércules



Aguja de piedra o dedo de luz. Llegaron las naves sin oropel,
ritmo de cómitres, visceral tambor de la conquista.
Esquifes de piel imberbe en cuerpos greñudos, bárbaros
de islas brumosas con collares de oro y pendientes de azabache.
Tú, estatua fiel de espejos de cristal, celosa de las rompientes,
guardiana de la espuma virgen y de los cetáceos furtivos,
no dejas de extender el haz como un círculo interminable,
torre granítica, corona de pájaros, silbido del mar en tus oídos negros.
La lejanía es un misterio, una línea de océano quiebra la edad,
finis terrae, mañana gris, rizos de ola que se alzan como flores de agua.

lunes, 20 de julio de 2020

Desnuda y húmeda

Llueve otra vez. Lo sé porque tu piel está triste.
En mi espejo te izas, sostenida por dos alas,
como aquella Victoria que alguien encontró en una isla del Egeo.
Desnuda y húmeda, llueve dentro de ti. Cuando miro tus ojos
descubro un mar, te veo espolón de Argo, Helena vencida,
trirreme, regresando triunfal, después de Troya, en el barco de Ulises.
Cae la lluvia sobre un hexámetro perdido. Déjame entrar en tu isla de Lesbos,
una vez más, aunque sirena de amor me atraigas con tu canto,
para, así morir, de tu deseo.

sábado, 18 de julio de 2020

Asómate



A los otros no les dices quién eres. Con los otros no eres tú.
Hay imágenes que viven en tu interior, pero mueren
fuera como niños-burbuja a los que calcina la luz.
Guardas el rencor y el miedo de una desgracia que talló
en tu piel la culpa infinita. Con frecuencia te acuerdas
de lo que querías hacer y no hiciste, aquello que podría
haberte convertido en otro, mejor quizá, o, al menos,
diferente. Nadie sabe en qué sueñas ni con quién sueñas,
tus pensamientos son estalactitas en una cavidad ignota.
A menudo es el silencio quien habla por ti, y no la voz
que tus labios pronuncian. Abre los ojos y asómate,
que te conozca la vida, y tú a ella.

viernes, 17 de julio de 2020

La quiniela, la limosna y los cuarenta principales

Una flor en el desierto o una epifanía en noviembre.
Domingo de canciones sin voz, en la habitación procrean
los mosquitos, la escarcha en el cristal desdibuja
mi rostro, el calor de mi boca, los labios esculpiendo
títeres en el vaho. La radio es una letanía de mensajes
incautos, desde la ventana imagino su joroba de luna
que perfila el crepúsculo. La vieja arrastra los pies
por la calle gris. Su carro, con paraguas rotos,
cartones, botellas y ceniza deja un surco de babas,
caracol de su vida. La suerte del fútbol me regaló billetes
y un desafío, el desafío es acercarme al hedor, pesetas sin madre,
cuadrángulos en su bolsillo de napalm. “Esto es para usted”,
los gatos se alejan, su mirada fulge como un alfanje de ardor.
Mi aparato de música tiene dos bafles como ojos de mosca,
suena grave, sentimental, confidente, música que arrastra
hilos de un sueño, sobre una repisa su altar y en el dial
la voz de un locutor que anuncia, por fin, los cuarenta principales.

*Los cuarenta principales: programa de música en la radio.

jueves, 16 de julio de 2020

El verano florece

El verano florece. La luz es un estallido de claridad
que incendia los ojos. Cuerpos que ya no ocultan
su carne, tráfico y arenas, sed y lujuria. El calor
abraza el fiel de tu miedo y baila contigo la canción
de los sueños. Bares y terrazas, voces indistintas
en una cacofonía atroz. El Marlboro se consume intacto,
mientras yo contemplo el mar, color lapislázuli.

miércoles, 15 de julio de 2020

Cuando te miras al espejo

A menudo ves una sombra en el espejo.
Es como una fiel calcomanía que sostiene tu carne.
Con los años un hostil deterioro te persigue
y no basta la ilusión de la memoria para engañarte.
Ni el mismo azogue de tu niñez, ni la luz amarillenta
que difumina tu perfil, ni los ojos que ven un sueño
que nunca cambia, bastarán cuando la sombra
descubra su calavera y encaje, perfectamente,
en tu máscara ajada.

El río de la vida

Fluido, ámbar, granito, un edén circular.

El río esconde tantas imágenes...
en su lecho un rostro y un pez,
el arco iris de la taumaturgia,
remolinos en la piel
y seguir,
seguir.

Soy un rayo limpio en el vaivén del aire,
soy la pluma perdida del último pájaro,
soy el humo caído después de su orgía negra.

Qué cuerpo no se doblega a la vida,
carne tan rubia o roja,
tenue piel de niño, venas
y silencio azul,
oh!, sí, las primeras palabras
o los primeros pasos
en el laberinto del duende.

Mi amor, ven, porque el abrazo que espera es un padre envejecido
o una madre que aún no grita por tu dolor,
escucha el oleaje del tiempo en una pintura,
en un cuadro multicolor,
epifanía del misterio que tú descubrirás
entre los olivos tiernos.

Mira los rostros, la perfecta sed de un bodegón,
la ruptura de la geometría virgen,
los colores salvajes,
el desorden onírico de la mentira,
tú entiendes mejor los trazos del delirio,
la realidad es áspera y se asocia al liquen,
al polvo, a la seda rasgada de un traje
que jamás tomó tus medidas.

Pero en esta tarde de orugas alegres y telarañas mustias,
en esta tarde de un verano ácido y desnutrido,
tú te engendras otra vez en la caracola del mar
y sigues al faro, y piensas que una nube es un meteoro
en el espacio interestelar, y te acuerdas de tu inocencia
cuando entre las manos se escurría la arena de la playa;
el agua del manantial aún brota en tus pupilas,
la lengua verde de los bosques, tu perfume desnudo
en la letanía del bar, la nieve desconocida,
una plaza en la que quisiste ser paloma,
palacios indecentes y, a la vez, fascinación de lámparas,
cristal, metales, ornamentos y lujuria.

Eso es la vida, amigo, cuando tú juegas a ser la vida.

lunes, 13 de julio de 2020

El deseo

Cuando las aguas se aquietan muere la luz.
La piel brilla si me hablas a solas, hay un nimbo
que bordea tu perfil del que nacen pájaros blancos.
Éramos la contradicción entre la penumbra y el fulgor,
la armonía de los cuerpos que bailan el silencio
de la música, el resplandor en los bolsillos, como si el sol
fuera la propiedad privada que iluminase dos sombras.
Y las confidencias que son pensamiento florecido,
los ojos donde vive el cíngulo de tu ansia, muñeca frágil
que danza en mi iris, el abrazo doble de los amantes
como un telar que dibuja paraísos de agua y luz,
de nieve cálida y fuego en las manos. El deseo
es un grito común que se derrama en olas de espuma
sobre un lecho de nubes. Así lo recordarás, cuando el ángel
de la muerte te llame, y solo sea un despojo tu memoria.

domingo, 12 de julio de 2020

El mapamundi del viajero



Primerizas aguas del sur, el blancor colonial,
los bosques del alba, la vena en la plenitud
de un mes ingrávido, la humedad en tu slip,
cuerpo sin jinete en la atmósfera de la luz.

Hormiguea la cal de su piel, calles frías con azulejos de hambre,
playas entre riscos de ámbar, noches sin viento
bajo los cohetes encintados. Muy lejos, los castillos,
piedra alzada sobre escombros, puentes de estatuas fértiles
y corazones de historia abiertos a la brisa como naranjos en invierno.

Pasear los faroles de la juventud,
las plazas son azules, los violines alegres
rozan la espesura de los enjambres,
una máscara, otro idioma que canta,
un reloj de esmalte pulido, marionetas
que ejecutan un minué insomne,
el balneario como una trampa,
un cepo de horas con su pátina gris,
recuerdas aquel autocar de sombras tristes,
tú incomoda, yo trigo en los campos resecos.

La gran ciudad, la que yo poblé al volar con alas imperfectas,
je ne sais pas, ante la corola de flores en el pretil del puente,
los museos, el metro eclesiástico, ecuménico,
el color y el olor en mí, la catedral,
el minúsculo cuarto donde solo cabe un alma,
sin ti y contigo, a la sombra de un teatro,
paseos sin ejércitos, en soledad,
la luna de abril en la memoria y la madame tan tierna,
tan asombrosamente tierna, como un silencio de lágrimas.
Los mercados, el panteón, la lluvia imprevista,
el amor insaciable en los pétalos de un rosal...

Y, más allá, un viaje proclamado, hacia la isla imperial,
el frío invisible, la algarabía y el ojo sobre el río
dando vueltas a la sinrazón. Y, al fin, la ciudad del sur,
mosaicos y pasteles de crema, otro castillo de pinos y encinas,
de adobe y sudor, de bancos y multitud
ante el ocre de los tejados y la luz del estuario,
tan blanca, tan de plata, la música triste, sin amparo,
los tranvías pálidos, las estatuas sin palomas y un deje en la voz
que recuerda la épica del mar,
el silabeo de las especias y el manuelino amable
que inventó un rey colonial.

Tanta vida en los ecos de la inmortalidad;
así este poema que escribo en el mapamundi de un atlas,
dibujos que la imaginación y la memoria invocan.

Hay ciudades que solo el corazón es capaz de describir.

sábado, 11 de julio de 2020

Solo

Todo el aire es mío. El silencio declama una letanía
de labios sellados, la luz llega sola como un ciclón de mármol.
El reloj es un eco omnívoro de onomatopeyas azules,
la telaraña sobrevive en milímetros de eternidad,
los sonidos tienen hambre de voz, tú conoces el misterio
que les hacía reír. Desde mi habitación no se escucha el viento,
ni los cláxones, ni la algarabía, ni el silbo de la ola. Solo,
con la luna de ayer en mis pupilas, y en el corazón, la espera.

viernes, 10 de julio de 2020

Cita con el arcángel

El arcángel bajo la lluvia es una flor de agua.
Qué luz en lo oscuro, qué luz rota. Sonidos
de acequia, mujeres sin pintar, como carne
primera de la luz. Dónde la voz muda
en la plata del sueño, dónde tú, mandrágora,
loba, crisol del diamante, la perla en el cristal
y los ojos sin párpados del desamor. Ayer
el surco entre el agua, ayer la fina niebla,
la humedad, sin rostro, en la rama. Qué luz
sin ti, moribunda o rosa al trasluz. Tu vestido
de plástico es una piel que no existe, allí
en el umbral espera el arcángel, quiero
su abrazo, quiero su voz y su compañía
mientras mi vaso vacío reclama otra sed
que no sea el olvido.

jueves, 9 de julio de 2020

Ahora perteneces al miedo

Ahora perteneces al miedo, los pasos
no son tuyos, ni el albedrío, ni las palabras,
tampoco la memoria. No decidas más, enmudece,
roe la ceniza que deja una amenaza, esconde la ira,
la razón, el impulso de un grito en el despeñadero.

La zozobra

"Y seguiré naufragando en mares ajenos, hasta naufragar en mi propio mar"
Antonio Porchia


Parece que ahora solo quedan los restos del naufragio.

El óxido de los clavos que te sostienen en la cruz,
tu desnudez, el cuerpo enflaquecido, la llaga abierta,
la sangre coagulada y el dolor en el rostro contraído,
la lágrima intacta hasta el borde de tu noche.

Parece que ahora solo quedan los restos del naufragio.


Esa tabla que, torpemente, ases, el mar de la vida
embravecido, la tormenta sobre tu cráneo, implacable,
la sal en tu boca hiriendo los labios, ese dejarse ir
cuando los días te golpean con olas de espanto.

Parece que ahora solo quedan los restos del naufragio.

Has caído sobre el barro, la lluvia te amortaja
mientras los pájaros negros escapan del alambre
para morderte el sueño. Ya no eres tú, ni tu barco
es ya tu barco, parece que ahora solo quedan
los restos del naufragio.

lunes, 6 de julio de 2020

El lobo en ti

A veces sientes que todo está hecho para ti.
La luz del día, el mar insondable, las palabras
que engarzan una nube con otra, el sol en la piel,
el amor que baña tu amor. Nunca miras dentro de ti,
en ese pozo oscuro al que regresas cuando la bola
de cristal se rompe. Está bien, los relojes son el consuelo
porque navegan hacia atrás como ríos locos, a ti te gusta
nadar contracorriente y desnudarte en la orilla. Crees
que todo es superficie, sentidos poblados por flores
en la nieve, lamentos que pasaran como hojas caducas.
No sabes que alimentas a tu lobo, en el agua gris
espera su noche de azabache desde el tiempo
inmemorial de tu nacimiento, procura que el rocío
de la vida moje tu edad con serpentinas que vuelen
sobre canciones sin memoria. Acecha el lobo tu caída,
sin horror, con la paciencia de un dios que retarda
el festín hasta la hora en que los murciélagos
se aposentan bajo el olvido que serás, ya
escucho tu voz y el aullido que un cuerpo
deja cuando las fauces del lobo muerden
el secreto de su inocencia.

domingo, 5 de julio de 2020

El pasillo

Ignoro la longitud, el candil, si tiene ojos.

Un río de mármol,
yeso en las molduras,
enjambre de gotelé en las paredes,
múltiples láminas que sudan.

Recorre este templo que es un pasillo entre gárgolas,
un suicido de cuadros te contempla,
el teléfono y su negritud,
plástico que sobrevive a la voz del miedo,
el mosaico babea los octógonos que pisas,
la luz cae de una araña rota en cristal.

En su cenit un espejo de cornucopia dorada
y dos sillas de caoba, la herrumbre de los ganchos
donde cuelgan los signos
recibe ropas y ropajes,
chalinas y dalias rojas.

El reloj alemán, pajarita blanca, agujas de oro,
ya no sueña, es el monstruo que contempla
mi cuerpo en fuga, el balón transparente
que rebota en los zócalos.

Transita, si puedes, este silencio de luz,
miasmas que se cruzan como besos pálidos.

Tú me dijiste que era un túnel sin salida,
pero yo sé que mi sangre triste reclama esta arteria de infancia,
cinco puertas cerradas y un frenesí de niños en la penumbra,
encendiéndose, como guirnaldas de todos los colores.

sábado, 4 de julio de 2020

El pájaro

La chica pelirroja no me hace ningún caso,
todavía me despierto con sus ojos de pantera
en mis ojos. Es una ciudad de agua, por eso
llora al atardecer cuando un resquicio de sol
la posee. Conocí la isla: tropical, ocre, dulce
como una madre. El amor es un relámpago que hiere,
nos vimos en un lugar que, después, fue el futuro.
Ya comienza a decaer el día, se vislumbra
en la enramada el cuerpo del pájaro que trina.

viernes, 3 de julio de 2020

Un día de vacaciones

El hotel nos llama con su palmera vieja.

Aún llevas el biquini azul bajo el vestido pret a porter.

Me encanta cuando el sol te encinta
y la habitación clarea.

Desnúdate sin pudor,
recorre el clímax indiferente
de los espacios usados.

Asómate a ese mar que escondes dentro
y dime dónde nadan las sirenas
que te han dejado partir,
sin un canto, envidiosas
de ser tú y tu cuerpo.

miércoles, 1 de julio de 2020

Aquel instante

En cada vida hay un instante crucial.
Su preámbulo no lo imaginas, lo has soñado,
eso sí, pero en otro lugar, en otro tiempo.
Y es que el tren era el viejo tren de siempre,
la noche igual a la última noche, el día
se repetía en el vacío, faltaba la palabra,
el decir de una fuente que nunca antes manó.
Recordarás el olor del aceite, la estación
en penumbra y las farolas de las calles
como una rebelión amarilla. En tu mirada
la desnudez de mi nombre pensé que existía.
Tu rostro, tan cerca como la familiaridad
del perfil en un espejo, tus manos blancas,
los sitios comunes que nos visten. Y ese adiós
de pájaro que volverá a su nido mañana, esa
sensación de que el futuro son nuestros cuerpos
en un rondo infinito. Nunca existió un relámpago
más dulce, un relámpago que sobrevive en la memoria
como una estrella que deja atrás su luz.