viernes, 30 de marzo de 2018

Ropa

En su reverso piel, olor, forma, dejan un halo invisible.
Me gusta la displicente caída del encaje, el algodón
o el nylon entretejidos como el símbolo de una arcana religión,
los pantalones doblados por la efímera rodilla,
las camisas abotonadas hasta el alzacuellos de plástico,
el orden inmaculado de las prendas interiores en el seno
de un rectángulo de pino. Y el perfume de la lavanda
o los pliegues amorosamente pulidos por una manos de niña,
la ternura de un abrigo que se posa en los hombros
igual que un ángel de amor, el roce del canesú,
la orgullosa rebeca, un jersey olvidado en la juvenil edad,
la chaqueta de lana y sus desiguales rombos, el arrullo
de una falda gris, la seda primorosa del fular, el color,
la vida, escritos en la lisura de los armarios, la frecuencia
con que los cuerpos habitan su perfil de madres amantes,
de herencia común donde se visten los misterios, los sueños,
y, alguna vez, las derrotas que acompañaron nuestras noches.

jueves, 29 de marzo de 2018

Sexo oral

De mi vientre y mi sexo brotan las palabras.

Decir la noche al decir deseo,
encumbrar la sílaba imperfecta,
desnudar el signo que llegue
como una flama al orificio blanco del silencio.

Poblar la primavera de tus labios
con el semen de un adjetivo,
alucinar cuando un sí escupe
en los laberintos de ese cepo
que llamamos moral.

Tú al hablar lanzas un gemido de ardor,
yo cabalgo ínfulas de pesados miembros
y me creo danzarín de poseídos sátiros
en tu piel que ya siento cálida.

Me urge la admiración y el clamor,
me transita la sangre de un infinitivo
que te muerde con la erre roja de la propiedad.

Y eres tú igual que yo,
la dueña del lenguaje en el incesto de la madrugada,
me posees con la dosis exacta de una pregunta,
me invocas con la tajante ansiedad de la última querencia.

¿Sobrevivirá el instante del éxtasis al alud de las letras?
¿Cómo es la virginidad del cuerpo
en la saliva que susurra tu ausencia?

Gimo al entrar en ti
con el don que mis alas niegan,
un discurso será el adiós que no hable,
una lujuria el recuerdo que se escriba
en las neuronas inmortales del ansia
que te llamará una y otra vez por tu nombre.

martes, 27 de marzo de 2018

Belle epoque

Aquí bailó la música lejos de sí.

Un patio de mosaicos encendidos,
pilares o pilastras de un hierro mohoso,
el eco de inmóviles pasos cruza al bies
donde la luz filtra el cristal del color.

Hay una marea de iris abotonados,
pelucas y trajes que visten la edad de las muñecas,
el vano desdibujarse de las bailarinas.
porcelana, bronce, marfil y tiniebla
hacia un aire de mariposas,
la fuga insólita de los miembros
delgados como un ala de luz
o un azogue que no encuentra
la densidad de un cuerpo y su lejanía.

¿Qué lucidez de volantes y joyas,
qué sinrazón de luciérnagas de oro y esmalte,
qué perfume desborda el frasco pulido
por el óxido de la locura?

Se oyen risas y un cancán interminable,
flotan mi pies sobre los rombos y las cenefas del mármol
y no sé en qué década vivo
ni, si al final, el humo azul de los veladores
poblará de sueños mi corazón de estatua.





lunes, 26 de marzo de 2018

Los versos de tu cuaderno

Y es que te veo, toda tú mimo que deposita
la nieve del recuerdo. Caligrafía que una vez
fue ambición, más tarde flores que caían bajo
las estaciones con dudas de metal, tinta de un
azul proscrito, versos donde la fiebre del amor
se desnudó en letras abrasadas, en dibujos alados,
con la naturalidad de las mariposas que se alejan
y se alejan de las palabras que un día escribiste
sin conocer su sentido, su razón o su oculta verdad.

viernes, 23 de marzo de 2018

Radiografía del miedo

Me perturba el silencio de su paso.
Yo creí en la fiebre o el alud, la sombra
que, como un tótem salvaje, aún quema
el corazón. Ni el colmillo voraz, ni el
temor ante la desvalida efigie del niño,
ni la incógnita que abre sus alfileres
de cilicio a la incertidumbre del mañana.
Es más simple, el miedo circula igual
que un latido, dirige los pasos de la rutina,
invoca la sorpresa tras el tedio de una pausa.
El miedo me hace compañía entre los intersticios
de un segundo, es un soldado que no ceja
de desfilar hacia el fin, una máscara que
recubre mi piel como un barniz o un maquillaje
que me roba con su insolencia la auténtica vida.

miércoles, 21 de marzo de 2018

El ascensor

Nunca pienso en su geometría, una caja
sin cristal que lleva en su interior un destino.
Subida o bajada bajo ese raíl que repite
la caricia de los días, el murmullo de la luz
en la visión de los números, la puerta por
la que asoma mi piel, a veces una palabra
que suicida el lenguaje, estaciones de
vestíbulos oscuros donde vive la intimidad
un romance con la muerte. Cuando voy solo
no pregunto por el mañana, ni interrogo a los
botones y su memoria mecánica. Cuando
voy solo sueño con escaleras sin peldaños,
con largas zancadas que me alejen del hastío,
contigo que me esperas desnuda, ansiosa,
como un ángel que sufre.

martes, 20 de marzo de 2018

En tu sueño viven los mitos

Naufragué en tu orilla
que es la orilla sur del tiempo.

Una deriva no es la muerte
solo un tránsito
donde la tiniebla escucha el gong del azar
y los murciélagos visitan la quietud
mientras el adiós se conmueve
con las alas aún vivas del ayer.

Recuerdo la fragilidad de la piel
y los ojos blancos del silencio
antes de que sentir fuera un deseo
y las moscas en su huida
recogieran los espasmos de dos seres
que presumían de su gloria y su desdén.

¿Qué buscabas tú,
trompo que gime tras el estertor de un volar sin brújula,
qué buscaba yo y mi ejército de nubes prohibidas
por la luz?

A veces encontrarse dirige los pasos hacia un desliz,
así la palabra común
busca el eje que, como un crisol,
atrape la armonía de los espectros.

Es tan fácil la consunción de los círculos,
alejarse hasta los horizontes lejanos,
encender los ríos,
sacrificar el fulgor de la arena
en cualquier playa perdida,
ir y regresar a través de los puentes milenarios
mientras sucumbe el tiempo
en las viejas calles de una ciudad
cuyo racimo nos viste de ausencia
bajo la infantil plenitud de su llama.

Hay memoria en tus pulgares
y en el iris una almendra de redondez pulida.

Al mirarte te hablo
aunque ya no escuches mi voz,
pero yo sé que en tu sueño viven los mitos
que creamos para que en el tortuoso devenir del mañana
relámpagos invisibles escriban, sobre ti
y sobre mí, una verdad eterna.




jueves, 15 de marzo de 2018

Geografía del rostro

Una vez fue lisura,
seda, organdí
el mapa de mi frente.

Hoy son ríos olvidados
que surcan mi inquietud.

Los ojos guardan afluentes,
rojos afluentes,
de insomnios y piedad.

Las mejillas caen como meteoros azules
al jardín de la mueca,
al músculo que descubre la risa.

Los poros, sí, los poros escriben dentro
historias invisibles,
el pómulo reivindica su orgullo,
quizá el espolón que enfila la noche.

Debajo de un abril de pestañas
la lívida laguna del dolor,
también la sombra de todos los equinoccios
que han llorado en un iris.

El mentón se alza como un gallo noble
hasta la desnudez del labio,
se agrietan las verdades de la piel,
los istmos perfilan la oscura senectud del tiempo.

Y te ves en el cristal
sin querer la impronta del número que te habita
y que se llama años,
cicatriz de una herida
en este rostro
al que ya no pretendes regresar.

martes, 13 de marzo de 2018

La eternidad del beso



a Auguste Rodin

El instante del beso no muere.

Nos guió la claridad,
tú eras mañana encendida,
yo el árbol que desteje
sus hojas de silicio.

La arcadia de la curva
que rodea mi cuello fósil,
el ambarino perfil de tu espalda,
la inclinación breve del tronco
hacia el abdomen que acaricia el ensueño,
el labio tan cerca,
tan cerca de una exactitud divina,
el vientre que roza el purpúreo sudor
de un contacto inmortal,
la paloma invisible y arcana,
el latido del mármol,
el bronce y su dureza de eternidad.

Es solo una estatua
y sin embargo cómo siento la espada de su luz,
de su luz.

domingo, 11 de marzo de 2018

El futuro como una flor perenne

Antes hablar era un silbo y su armonía.

En el amanecer de los cuerpos
no sudan las metáforas,
tu flor reluce cálida
como si un tizón te habitara.

Mi viento se desnuda
al verte arrodillada junto a las hojas del álamo,
mi carne anida en el columpio azul
quiere tu faz
bajo el abrigo del silencio
que, aún sin quererlo, te acoge.

¿Y el viaje que llama a los anillos incólumes,
concibe el rayo de la felicidad
y no se acostumbra a tu sed intacta?

Ahora las manos se unen,
el tiempo es una guirnalda que se agita
y al fluir en el aire
memoriza un adiós oscuro.

El mañana ansía un fin sin enigmas,
una bandera
y un sol
que tras el albor
nos palpe.

Ahí seguimos
tejiendo el devenir que justifique una verdad,
sin la derrota del ayer,
sin el amparo, tampoco,
de un presente fugaz.

viernes, 9 de marzo de 2018

Del ayer al mañana

La estatura inmóvil es mi pasado.
Tu marioneta se alza y miente.
Sin regreso los pámpanos del fruto
igual que dormidas mariposas de luz.
El mañana quiere una doctrina, yo dejé
mis cánticos morir. ¿Cuál el silencio
que ahora finge soñar con espejos azules?
Detrás de mí el otro que aún no soy, espera.


jueves, 8 de marzo de 2018

El reloj de péndulo

Columna viva que no cesa. La armonía
es una canción de siglos, su exactitud
la nieve sin fin de la calma. Un círculo
donde roe la aguja el corazón y la sombra,
la esfera de blancor uniforme elige el don
impávido del transcurrir- quizá el ajedrez
que juega una partida voraz contra el día
y la noche-. Se alinea con la pared blanqueada
su cuerpo de alfanje, y la caoba se adormece
insípida como un agua que fluye. Cuando
la luz hiere el cristal de su encendida cúpula
los arabescos me sonríen, entonces yo escucho
su tictac igual que un jeroglífico invencible
y me animo a pensar que las horas son lluvia
o semilla o voluntad de sobrevivir así, como
un instante de paz entre las ascuas del tiempo.

martes, 6 de marzo de 2018

Lo sabes

Si buscas los rescoldos del amor
en la infinitud de los bolsillos,
si has callado tu verdad
porque no había un aplauso insomne,
si la pausa aguijoneó los recuerdos
y una pantera mordió tu corazón distraído,
si abres las persianas a la vida
y nubes que creías muertas
ensombrecen tu piedad;
no llores,
ni tampoco escribas
en el trasluz del día palabras ausentes.

Tú caminas entre zarzales oscuros,
y lo sabes,
sabes que el viento es huida
y que no hay asfalto para la muerte,
solo adoquines que improvisas
si alzas los párpados
y te encuentras con las hojas de un calendario
donde ya no está el sueño que olvidaste
entre tus muslos de niño.

domingo, 4 de marzo de 2018

El tránsito del amor

Como el brote de un manantial
mi universo crece.

El equilibrio en que el instante concibe la luz,
la ruta que, en un adiós, destruye el silencio,
los ojos que atisban la noche
igual que cometas exhaustos.

He ahí la llama fértil de la pasión.

Se despiertan los delfines sin un mar,
ratones ciegos ignoran la verdad del sol,
el ansia emerge
hasta el albor de un día
sin cenizas
ni pesadumbre.

Son los acantilados del ensueño,
la virginidad perfecta del arrullo,
la calidez de la piel
que inunda de esporas el frenesí
hasta el aullido blanco del éxtasis.

¿Y lo que vendrá?

El río guarda la memoria del río,
así el caudal del amor y sus signos.

Antes o después
se desvanecen las orillas,
un suburbio se agita con el oropel de los años
y ya no vive la ternura
en la inocencia del deseo.

Desde el ayer
los cisnes pasean el orgullo álgido de su estela,
somos el volátil gesto del pájaro
cuando no haya destino donde abrigar su inercia,
ni palabra ni voz que, al fin desnude,
su viaje de luz en la calígine
hacia el faro sin rostro de la edad.

jueves, 1 de marzo de 2018

La ducha

Su canto, su canto de agua.

Como deshojar una flor,
así el cuerpo que naufraga en el rocío cálido,
así la evanescencia donde la incertidumbre
se asfixia entre lamidos de vapor
y arcángeles que pueblan de hogueras
el instante.

Has entrado con la desnudez de la amapola,
inicias la solemne ceremonia de la pureza,
una breve lágrima en tu piel
que anima el color de un aséptico perfume,
una línea-la que sigue la rutina ambigua de la timidez-
recorre las distancias invisibles,
del hombro al pecho,
al calcañar,
a la rodilla dulce,
al vientre levemente alado,
al sexo que quiere un cisne
que picotee en su rumor.

Son minutos de amante manantial,
son el latido íntimo de todos los pecados que han muerto,
la música que inmola a los espejos,
el trino de la satisfacción
cuando la toalla se aproxima
y envuelve la bisectriz que son las estrías,
los poros otra vez abiertos,
la memoria que suda entre la densidad del vapor;
allí donde muere el cristal, y los músculos,
y la voz, y el tacto reviven
como en una bendición que nunca esperaste.