miércoles, 30 de abril de 2014

La casa desvencijada

La faz del edificio es un pendiente
roto. Su forma de tocado ambiguo
puebla el aire.¿Qué color yace en
sus maderas heridas por la luz?
Dentro, la geometría del absurdo
crece como un tapiz de hilos
ahuecados. El río calla, la vida
calla, porque nosotros ya no somos
nosotros. La tarde roe sus últimas
conquistas. Que venga a mi la noche.

lunes, 28 de abril de 2014

Palabras

Atrás quedó el tapiz de los sueños,
las risas inconcebibles de la libertad.
Mira a tu alrededor, inhala el blancor
de las páginas, la caverna hospitalaria
donde el frenesí fue misterio, hipótesis
de alud en paredes sin escribir, palabras
que han volado como farolillos de humo,
y ya son sangre, vestigio de lucidez
en la serenidad de los años.


sábado, 26 de abril de 2014

El apartamento alquilado

En la alegría de las palmeras late un sol.
El laberinto de las rúas grises nos nombra,
dividido el cuerpo, aleteado por el mosaico
de rumores, invadido de calor el pulcro espejo
de la tarde. Tú visitas la cicatriz de un teléfono
móvil cuando el vigor de las avispas cruza
de este a oeste nuestra caída. Llega el mensajero,
su caballo de metal ruge en las esquinas prohibidas,
el corazón alegre, la mirada nocturna. Dentro, el silbido
de los romances, las placas que recuerdan el transitar
efímero de las hebillas granates. Son cien escaleras
para un solo músculo, su espacio agujerea las rosas
aciagas del misterio. Tus pasos aquí son la duda
abierta al frenesí y al mito. Huye el eco como
un pronombre azul, el televisor enmudece
desordenado y múltiple, desvaído y tenaz.
Es fácil dormirse con la voces del plenilunio,
entre los adioses y las zapatillas olvidadas,
entre los desayunos que ruedan y ruedan
como el ayer vencido.

viernes, 25 de abril de 2014

Somos calor

Acuéstate en mi sol
y luego desnuda la fiebre.

Piel contra piel
el mito de la escarcha,
su relámpago
o su bondad vacía.


jueves, 24 de abril de 2014

Inicio de Lolita de Nabokov



“Lolita, luz de mi vida, fuego de mis entrañas. Pecado mío, alma mía. Lo-li-ta: la punta de la lengua emprende un viaje de tres pasos desde el borde del paladar para apoyarse, en el tercero, en el borde de los dientes. Lo. Li. Ta. Era Lo, sencillamente Lo, por la mañana, un metro cuarenta y ocho de estatura con pies descalzos. Era Lola con pantalones. Era Dolly en la escuela. Era Dolores cuando firmaba. Pero en mis brazos era siempre Lolita.”

lunes, 21 de abril de 2014

Amanecer urbano



Hoy la ciudad es una rutina roja.

Su voz de pájaro ínfimo,
su palidez acuosa,
su mecánica de reloj volátil
desheredan a los pétalos de la noche
mientras el orgullo de los basureros
dinamita la luz, la mece, la incorpora
al nido de la pasividad.

Qué día o qué albor,
qué desnudez de escaparates
o rigodón de sueños tras el coloquio del laurel,
qué desvivir de ladridos,
qué frialdad de nurses,
qué rumor de jardín despoblado,
qué ausencia de vírgenes
incita a la memoria,
la seduce con látigos de vida,
le enseña la piedad de los horarios,
la desmembrada sed de los cometas
que habitan mis bolsillos de clown
o de clochard.

Pero hay también hermosas rutas
de films sin nombre,
como hay laberintos que huyen de los metros
o esquinas devoradas por infantes grises
que miran a sus madres tenebrosas
desde la pregunta y la edad
de los que no tienen edad.

Así es la melancolía del ojo ciego
que arrastra un río por los resquicios de las estatuas;
así la vocación de los gatos
que sufren cuando el sol espejea
y se atornillan a las sombras,
huidizos como burbujas frágiles
que en su irisada transparencia
reflejaran astros de olvido y fulgor.

Hoy la ciudad se parece a una rutina roja.

sábado, 19 de abril de 2014

Memorándum


Como si fuera
un corazón habitado por ventanas,
allí el refugio.

Áspera la luz, las voces simuladas tras el vano,
un eco de transeúntes hacia el río
o la nube.

Recibí el calor de dos mediodías negros,
la pregunta insostenible al borde del alud.

Lo demás parecía ser nebulosa,
horarios dúctiles como el éter
que va midiendo su clímax.

Hubo noches de melancolía, otras cabalgaron
por muros de sueños, lejanas, pobladas
de trenes,
de mar
y latidos.

Nunca la verdad voló sobre mi vientre,
el agua, sudorosa, no limpió mi piel
ni mi luz.

En la avidez de las habitaciones las palabras jugaron
a ser niñas, los restos de un poema flotaron
como náufragos en desconocidos mares
sin idioma.

“Quizá así el púrpura de un labio incendie las grietas del amor,
incline las miradas hacia el sombrío existir
de una juventud rota o límpida.

Que los cúmulos de la edad dejen babas de ausencia,
telarañas sin raíz”-eso pensé-.

En los portales de la vida bailan los faunos,
en sus flautas de gloria hay vacíos de esperanza,
cánticos de imposible renacer.

Ignoro los años en que la flor fue brillo de panteras,
no recuerdo nada de su agilidad
ni conservo el semáforo de su locura.

Hoy visito mi ayer
cuando irrelevante el azar
me lleva a sus fachadas,
a los parques de estalactita
donde una vez el sol me nombró
altivez, a ese cruce de sombras
que engendran otra sombra
llamada deseo.

Tengo nombres guardados para mi
como perlas negras.

Rombos del inútil capricho.

domingo, 13 de abril de 2014

¿Qué será?

El niño eleva la voz, sufre.
Hay un canto en los narcisos
del alma que es su razón y su
cordura. Crece, insomne y perverso
como un laberinto deshojado.
Su fiebre es un capullo rojo y fétido,
se envara como la luz mortecina
de un sueño, igual que un hombre
que exhibe el latido y lo ignora.
Pronto fingirá que ama el camuflaje,
la insípida humildad de los ojos
transitivos. Y será poeta o nada.

jueves, 10 de abril de 2014

Spleen

Las horas de la rutina son inmortales.

Plácidamente
el desliz del insecto
anuncia el día.

Mis ojos cansados dibujan
cumbres de letras
enmohecidas por la edad.

No hay sonidos que llamen al horror,
un espectro de silencios acompaña
al diminuto espacio
donde la luz se aprisiona.

Sé que la vida crece como una planta inconexa,
sé que morirán los ecos que la noche alumbra
con neones azules.

Alguien me espera entre muebles de sal,
su rotundo cuerpo se apoya en mi infancia
como guardián y faro.

No, no existe ya la conmiseración del padre,
tampoco la lágrima de un amor inútil
o el rosario peregrino de la falsedad.

Es un sendero de metrópoli,
de abedules sin azar y labios que aúnan
ronquidos de ley en su vientre angosto.

Guardaré tu nombre bajo las caderas rotas.

Hoy que veo tu perfil como pirámide húmeda,
me pregunto si alguna vez el sol de una mirada
interrumpió las ondas de este corazón imberbe
que en su latitud fósil todavía resiste.




lunes, 7 de abril de 2014

El vagón

Solo atisbe sus pechos sobre un mapa alado.
Había voces, si, pero no el adjetivo que sangra.
El tren igual que un ópalo. La metrópoli y su raíz.
El cosmos de una espera, el rubio eje que late.

domingo, 6 de abril de 2014

12 meses



Da sus pasos como un esqueje
que aún no hubiera conocido
la lluvia.

Cuando ve la playa se asombra,
su indice minúsculo señala el misterio
de la cresta invencible, el rubor
de la espuma que quiere morir
en la rubia condición de la arena.

Ha aprendido a volverse de espaldas
mientras sus dedos blancos tapan el mensaje
de una realidad desvaída.

Alguien buscó un nombre entre las piedras,
una consonante que inclinara la sed,
un pedestal donde la risa del niño
dejara un azul de cielo
y costumbre.

Me gusta mirarle dormir,
bendecido y pulcro,
como un duende sin ojos
que nunca podrá
extrañar la luz.

Un ser sin galaxia ni miedo.

jueves, 3 de abril de 2014

El adiós



Falda de alto vuelo y medias blancas.
La dibuja un maquillaje de ritmo
y astucia. Su voz o su artificio,
su lengua abstracta, sus caderas
de alfil, sus misterios de bosque
o su latitud de hojas fúnebres.
El adiós en un bar mortecino,
indeseable, alado.

martes, 1 de abril de 2014

El misterio



Hay en sus ojos un topacio de luz.
El gesto, la disposición de los encajes,
la desnudez de la jaula fría, el aroma
del té como un jardín vespertino...
Tararea un vals circular con la boca
entreabierta. Sus falanges coronan
el rubí melancólico de un beso
imaginario. En el reloj las dudas
sucumben, un crisol de agua
llora en los cristales. El humo
de su nombre escribe un ataúd
bajo la caoba del secreter. Brillan
las perlas en su cuello de ámbar.
No sé a quién sonríe ni si ha sentido
el pálpito infantil de un sueño.
Su rostro es un enigma, su voz
un témpano intocable.