lunes, 30 de noviembre de 2020

Nunca regresé porque nunca me he ido

 Para mí sois máscaras sin luz. Ha brotado

un nombre extinto en el cáliz de la memoria,

un cristal de serpentinas, el lloro de un farol

al perder la caricia del garaje gris, la sonrisa de Ángel

y su pan moreno. Cada ciudad es un mosaico infinito

que crece en la piel de los que añoran el pasado.

Al volver, el recuerdo viste, de pronto, jardines y plazas,

calles y avenidas, suburbios y alamedas con la ropa del silencio.

Y vuelven los ecos y las persianas subidas, vuelven los juegos

y el balón gastado, vuelven las meriendas al atardecer

antes de que la luna encienda su señorío. Nada es nuevo

si piso la orla de mi memoria, aunque la gente escuche

la voz del otro, que no es mi voz ni la que sueño. Los cláxones

rebotan en la hojarasca del tiempo lo mismo que golondrinas mudas,

el sur ha roto su verdad, queda el norte en el corazón

como un paraíso que, en el azul, reverbera.

 

domingo, 29 de noviembre de 2020

La dulzura del reloj

 Calcina la playa el insomnio de la sirena,
un azul de zafiro sobre la costra del galápago,
las palmeras disparan lágrimas de ámbar,
enloquecen como insectos malévolos
en un cofre vacío.

Llega el rumor del horario,
llega la ola de la náyade,
llega el relámpago en tu comisura,
llega la sensatez del niño suicida
ante el acantilado rojo.

Pájaros sin alma, frenesí en el cielo,
manantiales traslúcidos
como la luna cuando hostiga la palidez de mi sombra.

Y un lunar en tu vientre,
Aleph recóndito de simas y versos blancos,
paredes que reproducen un adiós,
círculos bajo el bisel de la sala mágica,
asteroides binarios en un confín de perseidas,
el minúsculo pelo, su raíz, su tiniebla
entre la dermis
y el nado de las perezosas ninfas acuáticas.

Qué abecedario o consigna,
un alfabeto de cuñas informes
curtidas en el ángulo simple del granito,
qué pudor de ovarios sin lacre
deja un coro de mirtos al volver la mirada.

Cuando las horas son grises la dulzura del reloj fluye,
así es la suave caída del agua en la clepsidra,
así es como se decanta la sangre
que habita un paraíso
oculto bajo el techo de un corazón imberbe.

viernes, 27 de noviembre de 2020

Lo que sé del pistolero

"Hay dos tipos de hombres. Los que tienen las pistolas y los que cavan"
Clint Eastwood en !El bueno, el feo y el malo"

Alza el faldón de su tres cuartos,
en el cristal su mueca ríe,
campos y vías de un tren insomne,
el silencio como una nube sin cielo,
la patética agonía de los rótulos de estación.

Hay un mensaje en su cicatriz pudorosamente cromada,
el labio roto,
el pelo desgreñado,
la cúspide legendaria cuando su revólver enciende el mito de la muerte
-los ángeles más viejos lloran por el fulgor estéril de su aura-.

Lee, con indolencia, una hoja desportillada,
un desdén absurdo en el abanico de su brazo,
un cuervo rojo en su pechera,
el arrobo y el éxtasis del disparo infinito.

En un riel la herida
arrojada desde el hueco del cañón,
iza el arma como un cirio,
ronronea el tambor,
las espuelas titilan en el crepúsculo del furgón vacío.

Sé que es tan rápido como un haz de luz,
sé que a menudo sueña
con que gana a Billy the Kid en un duelo a muerte.

Sé que dormita bajo el sombrero
con un ojo alerta,
por si acaso.

miércoles, 25 de noviembre de 2020

Poema del viejo niño

 Quiero alas en el rostro,

una sonrisa y un mapa desconocido

por descubrir.

 

Que los hongos del bosque crezcan libres,

que el silbido exista al ver un carámbano de luz,

quiero la metamorfosis perpetua

y no el tejido conforme

de la vivencia.

 

Un lunar de tu cuerpo es un mundo de hojarasca y tiniebla,

la aventura sale de los libros y amanece en mi voz de lagartija

al sol del futuro. Dejé atrás el sarcasmo, la pérdida, la sombra

de mi vientre, hoy no hay un responso en el día, al contrario,

cohetes infinitos me regalan, tras su estallido,

un relámpago virgen.

 

La vida nos convoca en un ataúd de flores,

mi jardín creció bajo la experiencia del cosmos,

qué parte de un latido soy,

qué farolillo

de qué verbena,

expulsa hacia mí su crisol de serpentinas.

 

Todos los pétalos nos cubren con su canción alegre,

olvidar el silencio es un don como lo es el manto

que la ilusión deja sobre un sarmiento que agoniza.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

martes, 24 de noviembre de 2020

La golondrina loca

 Cajita de colores,

terciopelo en la piel, la casa.

 

Un ombligo de seda y pámpanos,

la casa.

 

Mi orfandad igual que un sarcófago blanco

donde los pequeños objetos

seducen a las horas con la memoria del susurro,

el misterio de mis ejes de amapola,

la candidez del niño triste.

 

El silencio poblado de flores,

un ayer de pinturas vertebradas,

bailarinas en la noche,

ciervas desnudas en la mandrágora del lecho.

 

Evalúo,

vibro,

danzo con el carmesí de la carne,

carne de aurora,

joven como el primer latido en mi ósmosis de mar.

 

¿Sueñan las cucarachas con albatros?,

¿el telar de la araña, un poliedro de perlas,

la rubicunda atmósfera de la luz

gimen?

 

Quizá no exista aquí más que mi sombra,

en los surcos que dejé las cuadriculas mienten,

los pasillos orinan mi inquietud,

ya todo es un almanaque de rombos y vísceras,

ceniza en tu oído de humo.

 

En realidad, mi yo aún alumbra en el dintel,

se viste de cuadros viejos,

naufraga en el enjambre de las teselas,

se baña sin un agua real,

cocina horarios invencibles,

se arroja contra el vidrio

como una golondrina que, de pronto, enloquece.

 

 

 

 

 

 

 

 

domingo, 22 de noviembre de 2020

Deja un rastro que perdure solo para mí

 Es posible que llegaras en un Drakkar antiguo
hasta la costa sin luna.

Siempre te sentí en el aire,
sin ropaje, sin pedestal,
dejando un adiós imberbe en la pupila.

De tu ventana a la mía los cisnes nadan en un arco iris de estaño. 
Veo un frenesí, la máscara y un lienzo de pintor
donde tu rostro infantil juega con la bruma
y se maquilla 
detrás de un arriate.

El agua y su inútil color,
la lluvia danzando en el nordés
como un pacto de vórtices
como un delirio de fuentes
en la noche húmeda
de los unicornios.

A veces solo existes bajo un farol,
en trenes sin partida
junto al rojo de un semáforo
que ilumina un desierto,
otras veces la luz te roba las manos
y acaricia la penumbra de tu traje,
tu piel adormecida.

En los suburbios apenas sobreviven 
el alma del humo,
el terror de los gatos,
quizá el grito de las nubes al pasar
como huyéndose,
como si todas fueran
sombra.

Aléjate, dibuja un árbol invisible,
escoge un perfil,
desnúdate en el atardecer,
deja un rastro 
que perdure para 
aunque la nieve borre todos los caminos.

* Drakkar: nave vikinga
  nordés: viento del norte




sábado, 21 de noviembre de 2020

Lo que sueña un niño antes de dormirse

 El conejo siempre llega temprano, el sombrerero loco
da clases de autoestima a los niños olvidados, Peter
juega a las cartas con la reina de corazones, Alicia 
"ya no vive aquí" como en la película, el pájaro dodo 
es acusado de superpoblación en la selva de Madagascar, 
en el revés del espejo llora Campanilla porque ha perdido
sus alas, Garfio es un gordinflón que no rehúye el tic-tac,
el cocodrilo se ha vuelto tan dócil como un juguete roto.
Alicia y Peter, que yo sepa, nunca se conocieron.

viernes, 20 de noviembre de 2020

Casandra

 *Apolo se enamoró de Casandra, hija de Príamo y Hécuba, reyes de Troya. Como venganza por el amor no correspondido Apolo le concedió el don de la profecía, pero al mismo tiempo la condenó a no ser creída. Casandra avisó del peligro del caballo de Troya y de las consecuencias de que Paris robara a Helena.


¿Cuál es el precio que yo pagué por la certeza?
El prisma, la matriz, el diamante donde la ósmosis
se junta con su corola y aparece la lágrima de un dios,
tan clara. Veo la testuz del caballo, su inocencia,
en su vientre la espada como un sigilo de flores negras.
¡Creed en mi acertijo!, es mi voz el sol único, es mi palabra
un vocabulario de oro en la penumbra, repican los ecos
cuando invoco a la muerte, avisé a padre al ver a la hembra
robada, eso dije. Hay un funeral donde el destino no miente,
confesé y me nacieron pájaros suicidas, gemí en las entrañas
de la claridad, pero imaginaron que crecía el alfiler sombrío
de la locura. Repito ante el espejo la verdad como un títere
repite su danza ingrávida en la ceguera que asoma bajo un alud
de silencios. Todos me creen, solamente, cuando no hablo.

jueves, 19 de noviembre de 2020

Una noche contigo

 Ahora llega el águila,
el águila en un cofre escarlata,
la lluvia y el rocío,
lunas de agua en el lagrimal,
la noche en tu espalda cría liendres hermafroditas,
la canción en tu libido es un oratorio de ángeles,
murmura el silencio su gangrena,
su intimidad blanquecina de mudez en un capitel de acantos,
columna entre columnas bajo la calle sin pérgolas,
el violín del anciano derrama horarios invisibles,
negación de las horas en el prepucio del tiempo.

Te acercas con un fular de oro sobre las ingles,
no hay rímel en tu edad,
es suficiente el mapa núbil que alguien tatuó en tu seno,
me rozas con la melancolía del olvido
mientras gatos absurdos se esconden de la luz
como mariposas tímidas.

Y no falta un sueño,
no falta un horizonte de gladiolos encendidos,
de islas en los hombros,
parpadeos de un semáforo que enloqueció en su engranaje.

Mira
cómo la playa recibe el haz de un faro sin dios,
acoge el aliento de los hombres, su fetidez,
la podredumbre que la orina deja en los portales,
siente el microbio del canto elevándose
desde la miasma colectiva del grito grupal,
el cosmos del humo, la fragilidad de las palabras inconexas.

Admite en tu tez este círculo que no es sombra,
en un paso, en un gesto arrojamos golondrinas en la nieve,
la memoria nos lleva al soportal umbrío,
un cristo desnudo en una plaza vacía,
la iglesia roída por los párpados inexistentes de mil cirios rotos.

El paseo crepita en las losas, la bajamar se rodea de alfiles,
el castillo es un niño que busca a su madre en un geiser azul.

Pero tú estás aquí,
conmigo,
la madrugada asusta a los girasoles,
el verbo te cubre como una cicatriz imperfecta,
y tú callas.

Tú, hija de un noviembre que me abraza,
como te abrazo yo en nuestra burbuja de ámbar,
en nuestro eclipse que ha volado igual que un pájaro sin ojos.

martes, 17 de noviembre de 2020

Poema contra la tortura

Saja su piel, golpea al gusano de su pánico,
la linfa del terror, le habla con voz áspera,
voz de niña piadosa, que estire el cuerpo,
que cuelgue su alma, que los genitales aúllen
en esta cámara secreta, que crujan las hendiduras
por donde atisba el miedo.

Lágrimas, dolor sin cenit, tumefacta la luna que acaricia su frente,
qué implora si la noche le cubre con hierro líquido y miasmas de ardor.
Rechinan sus ojos, el vítreo espejo rompe la luz,
la electricidad penetra en los pezones como un ascua de metal caliente,
ascua de fundición, horror en el delicado marfil de la entrepierna.
Grilletes de perro, una imagen de filos que cuartean
lo que un día fue ágil carne entre las flores,
la mentira y el sudor del asco junto a su cara insomne,
recibe la sombra del alud, el rojo febril de una aguja,
el cuchillo que corta la falange, el mortal agravio de saberse nada.

Y dura porque resiste como filamento ígneo,
dura porque mil caballos galopan enfebrecidos en su voz,
dura porque la dignidad es un diamante que podría oscurecer, pero no morir,
dura por ti y por todos los que aún son libres y desconocen la infamia.

domingo, 15 de noviembre de 2020

Porque la vida es una fiesta color esperanza


Hay una alegría sin pájaros que sueña.

 

El circular de los sentidos, todo maremágnum en la edad del niño,

sed en la piel angosta, el resplandor de las imágenes omnívoras,

el aroma de los pinos, el salitre, el pan como hogaza de entrega,

las voces que arrullan al frío con serpentinas de aliento.

 

La vida ríe con trece nenúfares escarlata,

el agua caracolea en la memoria

y las ciudades en el rosal infinito

muestran sus caparazones sin vértebras,

fruta dulce en las papilas del ensueño.

 

Es suficiente con comprender la canción de la vida,

campos sin collar, abiertos a la luz igual que damas vírgenes,

el espejo cóncavo donde una flor es la esperanza del arrobo,

perfil que busca un perfil nuevo en el crisol de la aventura.

 

Y la amistad y los vientos,

los océanos y las cumbres,

la hojarasca del otoño,

la nieve en el haz,

el sudor entre los lirios,

la luna en el dintel

junto a la sombra de un gato albino.

 

También el rumor de los juegos,

la descendencia de plata vieja,

el rojo y el amarillo de este sol redondo,

luz de luz inmaculada.

 

Mis rodillas y mis pies calcinados

que conocieron ríos, puentes, colinas,

catedrales, muros y plazas, idiomas proscritos,

estepas y junglas,

un norte,

un sur,

el oriente

y el ocaso,

la llama que en el corazón ilumina el rescoldo que pervive.

 

Dejad que los años me vistan con su tiempo de amapolas sin voz,

ese fanal donde las luciérnagas amantes

lloran junto a mí

la vacua palidez de una hombría

que se diluye lentamente,

cesa.