Oh! agua clara y tenaz como un ruido que trastorna suavemente
los silencios de la noche, en ti hay lágrimas corales que caen del cenit
sin estrellas entre la negrura y el frío tenue de un amanecer de invierno,
llovizna vieja que bajo la luz sin alma de un farol lanzas tus alfiles
al sueño de la penumbra, transparencia de abalorios en el alféizar
donde el brillo sin color de la madera resplandece atenuado
por la templanza de una lluvia que posa su débil manantial
sobre el vidrio desnudo de mi habitación vacía, lento el arpegio
que vaga en alud y atraviesa con su oleaje rumoroso la inicua
densidad del aire, en mi piel no es sudor el hilo que se desliza
en surco y traza meandros casi invisibles por el territorio renegrido
de mi tez, en el telón de mis párpados la lluvia nunca va a morir.
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