El metal brilla al bies de un sol de verano.
Abierta es un asta de acero que empitona la luz
con su punta sin óxido bajo el azul del día.
Pruebo a hendir la superficie que recubre el carozo con el filo cortante de su arco.
Brota la savia del corazón maduro
mientras aproximo a mis labios la pulpa donde el gusano abrió
un pozo de oquedad en el vientre rendido de la pieza.
Con el índice y el pulgar ajusto el gajo que llegará a mi boca
sobre los quince centímetros del espolón húmedo.
Arma que no servirá al odio ni a la locura,
ni será flor de una herida que deje su cicatriz en el manantial rojo de la carne.
Solo será la herramienta que con amor desnude la piel de un fruto.
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