martes, 30 de septiembre de 2014

El nombre

En este verso habita un nombre,
que no encuentre candor su historia,
que mueran los rostros que tuvo,
que un incendio de lugares imagine
su cielo, que vacíe los relojes
como un tahúr airado. Que nunca
se reconozca en la luz,
sólo en la sombra frágil
que sin querer
pasa.

lunes, 29 de septiembre de 2014

La salvación

Un día claro como la claridad de un sueño.

En el baile de las estaciones la juventud busca
el efímero paso del color, la lluvia innecesaria
o la conversación sin verbos de una ausencia.

El misterio es gris, las puertas de los bares persisten
completamente abiertas, tras los visillos las hembras
no ansían un latido.

Hay en mi, alfiles de ardor, pensamientos que viajan
en las letras sencillas de un relato, fines de semana
de piel injusta que se vacían en los torrentes del aire.

¿Y tú, que ya no exhibes los ojos de la mentira,
que te has vuelto corazón o atmósfera
o quietud?

Pero el silencio vaticina juegos innombrables
cuya memoria es ágil, indolora, perfecta.

En el futuro las playas no existirán y un infantil
camino de rododendros dará sombra al pudor
que abandona tus mejillas.

Hoy duermo la duda y amamanto la conciencia
del inconsciente con agujas que clavo en mis collares
negros.

Vendrá el soliloquio del dolor, su forma sin mensaje,
sus aludes en un film desconocido, su máscara que desnuda
a la palabra hostil.

Y después la sinfonía de los coros como un ayer de espinas.

Sin nombre el tiempo de la culpa, sin verdad la sinrazón
de una carne hollada.

Si miras de frente a los ojos del sátiro, si tocas su infinitud
-que es un metal oscuro, habitado por ese monstruo llamado
desprecio-con manos de ángel, si caminas calle abajo como
si el abismo fuera hielo o fuera la longitud del frio un sucio
alambre o la incomprensión una simple huella que robara
al temor su lapidaria sentencia.

Si en fin, ya no tuvieras detrás el ladrido
de esa innumerable prole a la que designamos miseria,
tal vez, solo tal vez, la salvación desclavaría su amargo
eje, sus pómulos de platino y una brisa de mar, un aroma
de flor nueva, un rayo de sol primero, un labio de mujer,
se posarían en tu piel como una bienvenida.


domingo, 28 de septiembre de 2014

Ecos de juventud

Se abren hojas de plenilunio
sobre un mar de espejos.
Itaca en tu vientre, islas
y sirenas, los atlantes
y los cíclopes, la aventura
de ser dios o náufrago,
Ulises o nada.

viernes, 26 de septiembre de 2014

Las huellas

Busco otro lugar que no sea hemisferio,
otra palidez, otra vigilia,
un rincón olvidado.

Y es para vivir o no vivir,
para reconocer las esquinas sin sol
o la sombra que una vez fue nuestra.

La memoria de mis pasos me agrega al paisaje.

Soy un ejército que camino lento,
gusano que ama el tapiz de este recorrido
unívoco.

Y es que en la simpatía de las estatuas
encuentro un nombre, un destino y una razón.

Y es que un espejismo de palomas rompe el nido del azul
y muere la tarde como un sonajero de aullidos
o un caduco árbol de entretiempo.

Mi nube regresa al maquillaje del clavel,
un sonido ambivalente, hecho de música y candil
acompaña el incómodo trasluz de un episodio crucificado.

No hay historias invencibles
ni mar que llore el silencio de los otros
cuando ya no estas aquí.

Si alguna vez tu perfil magnifica la luz,
recuerda el insomnio de tu ayer ,
en las mismas calles, en el mismo aliento
que hoy te niega.


miércoles, 24 de septiembre de 2014

El vuelo de las mariposas



Antes de la renuncia yo no era un ser
ni un espacio. Basta la quimera de una
nieve solidaria, el sonreír de las bocas
que, intrépidas, albergan lujuria, el rombo
de las calles bajo el neón impertérrito de
un adiós. Sin vínculo la edad, el rostro
que despide la sincronía de un reloj y el
viaje que se ejercita como un albo monarca
en su caleidoscopio ambiguo. Y mi decisión
por sentir el mar en la pálida raíz sin fiebre,
y la noche bendecida por lunas y lunares
como un parpadeo en el horizonte que
jamás regresa. Mil vidas en la lucidez
de estos carámbanos rotos, mil costumbres
que cierran el portal como alados ángeles
sin sueño. Pasan los campos igual que
una faz dormida, los pájaros ayunan
porque no saben que hay océanos invisibles,
frutos del tiempo que es vida, mercurio infantil
de los días alegres. Pinos que suben a su ardor,
iniciados en el tumulto de los rincones y
la familiaridad de los rostros conspicuos.
En la saeta de esta latitud, los corazones
huelen a isla, su ramaje cuelga en la sensatez
de una historia efímera, incauta, sin flores.
Al final, la verdades son un recuerdo, el verde
que imagina lo que ha sido sin ti, la bondad
y un espacio de mariposas que vuelan, si,
vuelan.

martes, 23 de septiembre de 2014

Una pasión cumplida(relato)


A ella le encantaba tomar el sol. El de la mañana, el del mediodía y el de la tarde. Su piel había adquirido una tonalidad permanentemente marrón, un bronceado apagado, como de pátina vieja. Las arrugas se anticiparon al marchitar de la edad dejando en su cara un rastro de juventud herida. Cuando se pintaba los labios de rojo pasión y se rizaba el pelo se diría que había cambiado de raza. Era solidaria a su manera con los pueblos oprimidos. Con esas querencias a nadie extraño que se liara con el nigerino que vendía quincalla en la esquina de su calle. Era un negro alto y bien formado, que vestía camisa con los llamativos colores de su nación, y gorro del que colgaban espejuelos que brillaban como diamantes pulidos:
-“tú comprar, ser bonito, barato, pero no bueno”- la abordó el nigerino con sonrisa marfileña, enseñándole un ídolo de madera en postura de bailar alguna danza ritual. “Ser el dios de la lluvia, yo decir que aquí no ser bueno porque llover suficiente. Vosotros necesitar a dios sol”

Ella se le quedó mirando y le preguntó con retintín:
-¿y tú tienes ese dios?
-“no-dijo asombrado el nigerino- mi país ser seco como desierto, pero yo ser tu sol si tú dejar”
No le quiso responder y siguió su camino. A la mañana siguiente volvió a pasar por el mismo lugar y el nigerino la llamó:
-“eh!, tú, poder venir un momento”
Dudó, pero al final se acercó
-“mira, tu dios sol”-dijo mientras abría la mano y le mostraba una fotografía suya tamaño carné.
Ella se molestó,
-¿esa es tu forma de ligar?¿es que me ves cara de idiota o qué?
-“no, no, tú no enfadar, a partir de hoy yo proteger, para ti nunca más llover”
-“este tío está loco”- pensó mientras se volvía con desprecio-,pero ¿y si fuera cierto? ¿Y si fuera un chamán milagroso capaz de crearle un espacio de luz eterno?”La loca eres tú por pensar esas cosas”- acabó por decirse y continuó.

Pero, he aquí, que un día borrascoso de nubes plomizas y llovizna caprichosa, en el que caminaba pegada a los edificios, sorteando los goterones que inmisericordes trataban de sorprenderla, una mano de hierro la atrapó y la metió de un salto en el portal más oscuro que vio en su vida. El silencio angustioso del zaguán lo rompió una voz cavernosa que le decía: “tú mirar techo”. De repente un globo de cristal blanco que hacia de lámpara fue adquiriendo un tono amarillento cada vez más intenso. No se le podía mirar de frente sin cegarse y ella notaba en la epidermis un fermento de ardor creciente. “Yo ser hombre de palabra-dijo la misma voz rotunda-, éste ser tu sol”. En efecto, aquello era como un hermoso astro solar en miniatura, miró en derredor y se sorprendió al ver una fina capa de arena en el suelo, el continente era circular y estaba bordeado por pequeñas palmeras datileras. Acostado bajo un parasol, con la cabeza sostenida por su codo derecho, el nigerino, desnudo como dios lo trajo al mundo, bebía agua de coco plácidamente.“¿tú querer?”- le ofreció. Ella, sin decir nada, se acomodó a su lado, se desnudó y bebió con gusto porque el intenso calor le había dado mucha sed. Estuvieron así varias horas hasta que se agotaron los cocos. Al salir de nuevo a la calle se los pudo ver abrazados, él la protegía con una sombrilla multicolor de un sol inexistente, mientras ella buscaba en el bolso las gafas ahumadas.

lunes, 22 de septiembre de 2014

Un poema de Blanca Andreu

DI QUE QUERÍAS SER CABALLO ESBELTO, NOMBRE..

Di que querías ser caballo esbelto, nombre
de algún caballo mítico,
o acaso nombre de tristán, y oscuro.
Dilo, caballo griego, que querías ser estatua desde hace diez mil años,
di sur, y di paloma adelfa blanca,
que habrías querido ser en tales cosas,
morirte en su substancia, ser columna.

Di que demasiadas veces
astrolabios, estrellas, el nervio de los ángeles,
vinieron a hacer música para Rilke el poeta,
no para tus rodillas o tu alma de muro.

Mientras la marihuana destila mares verdes,
habla en las recepciones con sus lágrimas verdes,
o le roba a la luz su luz más verde,
te desconoces, te desconoces.

"De una niña de provincias que se vino a vivir en un Chagall"1980

viernes, 19 de septiembre de 2014

Recapitulación

Si yo vivo es por no abrir las llagas del azul
en mi nombre, epitafios ajenos a la luz lloran
sangre sobre las lápidas del escritorio. Vencido
el sol, la paz impenetrable, las aristas del refugio,
un ciempiés que diseña las arterias de la vida.
Y la sensatez que no ha dejado de ser un ojo
distraído, y los números sin regreso, los paisajes
cautivos, las palabras que circularon más allá
de las voces ciegas de un latido. Mi oscuridad
cruje como un tronco sin matriz, su altitud
cae y recae sobre una nieve sin horarios,
su lunar asombra mi piel, quizá desvencijada,
quizá proscrita. Desde el ayer, la sombras
me ayudan, su diapasón es alegre cuando
baila la sonora cicatriz de los días muertos,
el danzar de un réquiem en el gris del olvido.
Si vuelves será sin ti, Ulises de un tiempo
irreal, microcosmos de islas inventadas. Tu
propósito es un delfín que ignora los mares
y ríe, inútil, imperfecto, como esa Itaca que
ya no es tu virtud, que ha volado entre tus
pasos de nauta y el tesoro que arrojas a la luz
como un viejo alquimista.

domingo, 14 de septiembre de 2014

El enamorado y la muerte. Joaquín Díaz

Tren de enero



Ya no sé cómo detener el frío. Un pedazo
de hielo en los músculos y afuera el silencio
del blancor, las agujas de enero en la piel
límpida del cristal. Está bien que sea así,
está bien que las sombras me hablen como
si aún fuera niño, está bien ésta música
de raíles anónimos, el vagón como una nube
sin cielo, tu perfil en los bronces de una
fotografía desolada. Está bien que yo
ya no sea yo, sino estos ojos que miran.

sábado, 13 de septiembre de 2014

El vestido

Aún me sorprende la cálida luz de un sueño.
Cerca de ti, como un astuto lince que soñara
tus enaguas entre la dulzura de las amapolas
y los espejos sin edad de las cornucopias. Como
un eje en el espacio de la aurora, ya de ti, círculo
de otro rubor, hemisferio de las blondas, organdí
del silencio. En el microscopio de tus volantes
una brasa de carmesí, el lino y el tafetán,
los bibelots que suenan en la amarga duda
de un beso. Mira el ojo gris de la red,
la verdad oblonga de los ribetes, el azul
remarcado de las cintas de terciopelo, el oasis
de las grecas en la deidad blanca del armiño.
Y el sol de noviembre en los encajes rubios.
Y la curva y el surco, los rombos y la espiral
de letras doradas. Un vestido que luce la argucia
del tímpano, una kermés en el cuerpo ceñido,
las glándulas de la piel abiertas en un candor
de ninfa adolescente. Piensa que el color te viste,
que la piel es un templo de días diáfanos, donde
el poso de la virtud descubre su nido. Hay un don
que nos hace mariposas, abril holgado, misterio
que encandila la raíz del hoy, su premura.

Estampa



Es inútil no navegar mientras camino. Coloridas
losas, como delfines alegres, me llevan hacia
la incógnita de las plazas, el sueño intacto
del rubor desordena allí la incomodidad
de los relojes, el mármol ya no es altivez
sino palabra rumorosa, secreto compartido
entre pájaros sin nombre y rejas de rebuscada
anatomía. Esta ciudad ama los recuerdos
y se exhibe con sus herrumbres cansadas
bajo un sol tranquilo en un frío mediodía
exhausto donde silban las viejas canciones
su melancólica herida, donde los tejados
se abren a la luz como una flor desvirgada
por el lento vahído un mar rítmico, insolente,
neutro. Hay demasiados ojos sin paz tras
las cortinas rotas, los niños juegan a ser
héroes, con sus troncos desnudos y sus labios
azules ríen cuando pasan los tranvías con
su extraño quejido de hembras ausentes.
La tarde es un cálido eco, su quietud me invita
a la añoranza, a la fragilidad, a la locura.

viernes, 12 de septiembre de 2014

Gracias

Yo te espero, si, como un perdón
o una vuelta atrás, efímera.

Porque nada hay que decir
cuando las cosas suceden sin voluntad,
sin ardid o sin conciencia.

Me diste un hogar,
un espacio alegre que vistió mis galas de paraíso
y puso un nombre a la aventura,
a la candidez
y al deseo.

Me regalaste una libertad sin heridas
y ese poso de melancolía que aprisiona los cristales
y sueña con planetas deshabitados
en la cintura fértil.

Gracias por ser el eje de este misterio
al que llamamos vida, gracias por tu cálida de voz
que arrulla el frenesí de mis convicciones.

Gracias, sobre todo, por el amor
que en cada párpado derrama tu fe,
tu fe redentora,
tu fe que ha sido flor de aliento
en mis días difíciles.

Fragmento de "La casa tomada" de Julio Cortázar

Lo recordaré siempre con claridad porque fue simple y sin circunstancias inútiles. Irene estaba tejiendo en su dormitorio, eran las ocho de la noche y de repente se me ocurrió poner al fuego la pavita del mate. Fui por el pasillo hasta enfrentar la entornada puerta de roble, y daba la vuelta al codo que llevaba a la cocina cuando escuché algo en el comedor o en la biblioteca. El sonido venía impreciso y sordo, como un volcarse de silla sobre la alfombra o un ahogado susurro de conversación. También lo oí, al mismo tiempo o un segundo después, en el fondo del pasillo que traía desde aquellas piezas hasta la puerta. Me tiré contra la pared antes de que fuera demasiado tarde, la cerré de golpe apoyando el cuerpo; felizmente la llave estaba puesta de nuestro lado y además corrí el gran cerrojo para más seguridad.

Fui a la cocina, calenté la pavita, y cuando estuve de vuelta con la bandeja del mate le dije a Irene:

-Tuve que cerrar la puerta del pasillo. Han tomado parte del fondo.

Dejó caer el tejido y me miró con sus graves ojos cansados.

-¿Estás seguro?

Asentí.

-Entonces -dijo recogiendo las agujas- tendremos que vivir en este lado.

martes, 9 de septiembre de 2014

Hacia Lisboa



Es curioso viajar en un tren dibujado. Pareciera
que el paisaje ignorara su nombre, su exactitud
o su muerte. Pero hay un destino que ama la luz
y un silencio de estatuas encendidas y esa geometría
que anuda las calles con calor y misterio, con
seductores caminos de ambivalencia y tránsito.
Otra vez aquí, donde la llama es un ejército de tejados
desvaídos, donde el murmullo es un pájaro que sobrevuela
la calima de un mar rumoroso, donde los puentes
sacrifican la armonía de los hierros por un cálido
abril de inmaculado color. ¿En qué lugar las palabras
se asoman a mosaicos de azul, como una torpeza
de corolas o un mágico artificio de pinturas breves,
lujo del ayer en la iconografía sin fe?. Hay otras
ciudades en la ciudad blanca, el enjambre de unos
arboles cautivos(su voz, su abandono de serenidad,
de música o ausencia). Y más allá el mar como una
pregunta infantil y ese acomodo de los cuerpos
que se sienten vencidos y buscan la señal, la cicatriz
de los turistas fértiles. He visto tranvías desolados,
vacuos como un ataúd sombrío y he comprendido
que su nieve es un sol, la raíz de este silencio
que me habita entre los gladiolos y las rosas,
entre mi yo y mi designio. No existen dudas
para quien el espejo del alma es una prímula
que arroja su virtud y se entrega a la magia
de las plazas que una vez han nombrado su ser.

lunes, 8 de septiembre de 2014

El impulso de las ilusiones

Hay un momento
en que se cree que todo es posible.

La razón se adorna con flores blancas
y se construye un mundo
bajo la fiebre de la irrealidad.

Entonces otra vida nace en ésta,
rutas innombrables,
espejos que borran el artificio
como cráteres de agua,
verbos que se anulan en la metamorfosis
no soñada de un delirio.

Y surge la duda,
y la memoria resucita con paraísos imberbes,
con viajes amarillos en la plenitud de la alegría,
y te aferras a las pequeñas cosas
que guardas intactas en cajones rotos.

Y cuando, por fin,
contemplas tu rostro fugitivo en la prisión del cristal
no ves la renuncia de un sueño,
solo fuertes pilares de penumbra
que sostienen la debilidad del hijo,
el amor pálido de una madre,
la fuerza silenciosa de un mar
que descubre su propia sed redentora.

Y te dices que ya nada distinto es posible,
porque lo real, simplemente,
era esto.

sábado, 6 de septiembre de 2014

El descenso

Hay un descenso inevitable que se llama vida.

La tuya que fue junco
en la atmósfera del carmín
y la penumbra.

La que vino después como un alfil de ensueño.

La perversión es un núcleo aislado,
una locución sin eco en los laberintos del dolor.

Tú has sido tú hasta siempre, en los anillos del tiempo,
días demacrados junto a al memoria del mar,
oídos sordos que aman al príncipe
y no auscultan la sed
de una rama caída.

Desde la temprana efigie del mandamiento
los hogares han roto el candor de los espejismos.

Mi llavero anuncia casas desvaídas,
un ser náutico entre el abismo y la edad
que llora inválido
en sus metros cuadrados
de soliloquio encendido.

Los penúltimos perfiles reproducen el camino del ayer,
su sombra deja de ser hospitalaria,
sus cálices son la ruptura de la muerte
bajo el rostro infantil de la nada.
















jueves, 4 de septiembre de 2014

Desde mi ventana



Uno mira el ojo intacto de la música
y se asoma al cristal como un viento triste.

Y no hay perdón, ni mácula ni arbitrio,
solo la incertidumbre de los días,
la memoria de los pasos alegres
en la vivacidad de un mes,
de una historia,
de un ciclo.

Como mi luz,
hambrienta de hecatombes y su urgencia
que en el rigor latente invita al ocio,
a la prontitud
o al misterio del devenir.

Y detrás, el pasillo y su brevedad,
el nadir sin pantanos,
las hojas como un manto de ingravidez
en la rutina hospitalaria.

Y tú que eres cuerpo y sombra, silencio tardío,
la luna que ha llorado un sol,
la melancolía en los jeans rojos,
un teléfono sin ámbar
en la senectud del olvido.