domingo, 29 de julio de 2018

La habitación te espera

La araña del pasillo es un sol en mi puerta.

¿Una sombra en el cristal
o el sueño que quiere el arrullo dulce,
tu voz de pájaro
en la torpeza de mi oído?

Leo los perfiles de mil historias
y soy carne desdoblada.

Los ruidos se posan en los zócalos,
navegan el océano añil de la crucería
como espuma de un mar tardío.

Y la ropa y el metal,
la rodela y el búcaro,
el pincel que dibujó un yelmo de plata,
el canesú tibio aún de tu nombre,
la cómoda entreabierta por mi mano de ayer,
la claridad que no seduce al día,
los ojos verdes de la inocencia
en mi sien.

Ya se alza el clamor de la vida.

Déjame aquí,
o ven aquí
y muramos juntos.



sábado, 28 de julio de 2018

Mare Nostrum

El ocre y la chumbera como signos de la luz.

Junto al pedregal los muros encalados,
el aroma de la jara,
el azul levemente diluido.

La brisa acentúa el espejismo de tus pómulos,
tensa los volantes del vestido,
enmarca tu cintura de niña.

El mar,
la mar
es un reflejo o un rumor de olas ardientes.

Dicen que más allá del cabo viven las sirenas.

Acércate al cantil y respira el olor antiguo de la sal.

Ahora cierra los ojos
e imagina un tropel de navíos
hendiendo las aguas
al ritmo del cómitre.

Mare nostrum:
verdor de islas,
infinitud de pájaros,
héroes y dioses concitando al destino.

Las trirremes son máculas en el sol de poniente.
Tú y yo dos cuerpos que se aman
bajo las sombras de la noche.

jueves, 26 de julio de 2018

El viaje

El olor del tamarindo y la jara.

Hacia el sur tu nombre y mi sed.

Un cambio de color en las espigas,
la fronda del alcornocal,
sandías abiertas
bajo los alpendres.

Y el mar
como una línea de azul acero
que abraza la calima.

Cerca de los acantilados
está nuestro nido,
tu piel se enciende
con la espera.

Es la flor del verano y el agua del edén,
es un tiempo de arena blanca
y labios efímeros, es el presente
en la memoria del olvido.

Don Juan desde su celda



Me están mordiendo todas las bocas que amé.
Que no muera el pábilo antes de que escriba mi yo.
Un corazón es una llama que viste de luz el verbo
de la aurora, nada en mí deja de ser piel, huesos
y hambre. Tras la celosía un murmullo de capas
heridas se envuelve en las sombras, niega el candil,
enhebra la noche. No sé si en la voz tengo un coro
de ángeles: la piel de Inés, el mar encendido de Atisba,
la gloria rusa que imaginé, el perfil dulce de una mirada
que niega el albedrío aún me conmueven, perviven
en mí. Y si dios, si un dios pregunta por qué mi voz
es infantil, le diré que las palabras no son palabras
sino jardines, laberintos, donde la incuria ríe. El futuro
nace y renace con el estallido del deseo, ellas, yo,
títeres de este teatro inmoral, espejos blandos
que no retratan la verdad, solo acentúan la locura
de la entrega sin virtud, un ejército de disímiles
faces que decoran el siniestro eclipse de la vida.

martes, 24 de julio de 2018

Mirando la calle desde mi ventana

Me atrae la luz como a una mariposa feliz.

El atardecer pasa demasiado lento
con el latido unísono de los relojes
y la costumbre altiva de los días.

Quiero el espacio libre de la ventana
y su rectángulo maternal.

Quiero la música
como felpa, crisálida o himen
donde nadar ausente.

Todo el atardecer es una ola quieta,
desde la espuma de mi mar
brilla la flor de los cuerpos,
su idolatría de navíos distantes
o el alma de los faros que liberan
de calígine la ciudad.

En la habitación de los ecos
huele a brotes de bulbos
que nadie imaginó,
la armónica cadencia de las notas
sube por las paredes taraceadas,
se refleja en el crisol del espejo,
busca el arrullo de la luz,
un cuadro donde muera la nostalgia.

Sé que tú compartes conmigo
la idolatría infantil por los sueños;
en la mirada, tras los cristales,
un río común elige la calle
como ansia o cenit
bajo el que fluya el meteoro de la juventud.

Ya no volveré al espacio en que la claridad duerme,
lejos de mí habito el lugar
en que la sombra es un arbusto
de placidez y ausencia,
la orilla resguardada
donde pueda envejecer sin pudor .

domingo, 22 de julio de 2018

La vecina

Cada día una paloma transita la tejavana.
Veo su perfil a través de los visillos, escucho
el gorjeo, el espasmódico desliz de su figura
al pasear por la cornisa, el plumaje verdinegro
irisado por el sol. No cesa de moverse hasta que
al fin se detiene y expele en el mármol un pedazo
de hez diluida. A través del retal puedo sentir sus ojos
de muñeca. Esta paloma es mi única visita, en la plaza
las demás caminan tontamente, picotean residuos
de piedra, beben en la fuente con la constancia
del tiempo detenido. He pensado que a mi casa
la considera su casa, y yo no voy a negárselo.

sábado, 21 de julio de 2018

El Corte Inglés

Accedí en el horario de las seis.

Nada en los bolsillos
solo hambre y sudor
en el naufragio de un día de julio.

Aire de nieve, besos de pingüino,
rumores de estiércol
en la camada que se adentra o sale
-planta uno-.

Ya, sí, el brillo de carnavales en jaulas de cristal,
bisutería de entretiempo, marroquinería alada,
pañuelos de grecas azules
y un ruiseñor en las espitas del altavoz blanco.

Subir al arrollo de los vestidos
-planta cuatro- cadáveres sin esqueleto
en las perchas y esponjosas muestras de lana y tul,
de fibras en arrullo o maniquís dudosos.

“Mamá, tú no lo entiendes”
-el uniformado ejemplo del tótem
advierte que lo imposible es su tarea-.
Lo sabía, lo sabía, lo sabía…

Resulta tan estrecho el símil del paraíso,
marionetas o títeres, el menaje sonríe,
los libros son granos de un abedul insomne,
la tecnología reclama
la festividad infantil de todos los sueños.

Y yo que nací deporte dibujo con mis pies la habilidad del ciclista,
la bota perdida del niño feliz
-planta siete-.

Al bajar la escalera mecánica
imagino el rumor de los espacios húmedos,
un claro de luna en el trigal donde acostarme
con las alas plegadas y una sonrisa libre
en los omoplatos.


La exposición

Me dicen que tengo que poner fecha al misterio,
al símbolo, a los botones que dan inicio al color.
Llueven ascensores mientras la llama azul come tejados,
estaciones, parques cuyas encinas mienten.

Envueltos en cristal
como astronautas del silencio,
acurrucados en la corbata gris de un idioma,
entramos a la sombra, lejos de los adoquines
y del siniestro transcurrir de las orugas.

Hay cuadros, filigranas,
fotogramas que inmortalizan el aullido
y bustos sin cromosoma, trasatlánticas mujeres
con dientes de esmeralda.

Es una exposición de ojos encendidos
y bronce en las pestañas. Yo te digo, “mira el músculo,
la armonía de ese hombre que es sólo aire
o siente en el pavor del hierro el corazón de una madre huérfana”.

Se trata de dar pasos porque la raza de los pinceles
también conoce el sosiego, mujeres que miran arañas,
trinidades en la geometría de los vasos,
papeles, periódicos, guitarras…

Y en la gran ventana hay hambre de caballos
o de máscaras que abren la niebla
con largos brazos de cometa(y un candil, y un vientre
y unos pechos rojos).

Yo busco la abstracción de los colores más simples,
la llama negra de los labios granates.

Me digo que es un museo y que no existe viento capaz
de morder el delirio. Como un profeta, como un asteroide
golpeo los imposibles trazos del sueño,
las increíbles huellas del ser.

miércoles, 18 de julio de 2018

El adiós

La casa es un vientre amable. No hay pudor, ni voces
ni ojos que transcurran. No hay densidad de pasos
ni orden ni persianas bajadas. No hay salida vertical
ni vestíbulos oscuros. Solo hay objetos que guardan
un pasado de tactos e imágenes, de memoria fluida
y cuerpos sin vestir. Mi habitación duerme, eternamente
duerme. El dibujo enmarcado vela el olvido y su rostro
se diluye entre la des-mirada y la ausencia. Hace tiempo
que le di la vuelta al espejo, hace más tiempo que no
busco en los cajones del armario mi ropa adolescente
de holgada quietud. Lo que escribí yace entre las hojas
de un cuaderno amarillo, la tinta desvaída en renglones
desiguales. La soledad ama así, añora los paraísos vacíos
y desdeña el nido que tiernamente abriga. Pronto llegará
la noche de los mirlos blancos y la vida se volverá resplandor.
Adiós infancia, adiós adolescencia, adiós juventud,
al fin sois recuerdo.

La inocencia

La voz dulce de la maestra aún me acompaña.
He visto un ángel de luz.

Juegos ante el mar,
en la deriva de los crustáceos
hay una epifanía roja.

Viene el amor con el vestido de la lluvia,
un tren es la llama de la sinrazón,
la apuesta que finge.

Lloro por el padre que no lloró por mí,
ahora tendré en mis manos la luna creciente.

Disculpo el error de no sentir la niebla,
me dirijo a las islas
como un pájaro de azufre.

Volveré a los árboles del bosque,
a tu lujuria de limo y ciénaga,
a espiar al ciervo que tanto se parece a mí
o a la inocencia.

Recorriendo calles

Salí muchas veces y nunca conté los pasos,
me daba un margen, a la izquierda los colores del mar,
a la derecha el ombligo absorbente de los bares
y siempre un eclipse acodado en mis ojos
como ventanas de antracita roja.

Nunca se piensa en los dormitorios que acechan,
tengo quince minutos de espuma en las venas
y flores en el vientre que han de ser regadas,
multiplico el desorden de un vestuario roto,
la senectud de los vaqueros,
la insolencia de una camisa rayada,
los goznes de la ausencia
forjando brillos de plata en las ingles,
y luego el acecho de los metros sin punta,
la infinitud de los portales,
la línea imperfecta de los globos de metano.

Es mi ciudad,
su boca presume de sal en los pechos
y yo soy un meteoro que surca su paciencia de niña,
empiezo el viaje por la memoria de los pulpos
cuando el amarillo escribe líneas sobre vasos de claroscuro,
los decorados del alcohol poniendo persianas en las risas,
la ruta de los despertadores marinos
que han desahuciado
tu sílaba de agu

domingo, 15 de julio de 2018

Sofonisba



Un león en la entraña del vientre. Guarda el lazo
la plenitud del sol, mis ojos oscuros alcanzan
la luz. Sacrifiqué el jugo sediento de la ternura
por un espacio donde se alzara terrible el nombre
del imperio. A lo lejos los pájaros esperan, un rey
de leopardo clava su ansia en mis senos de niña.
Trae hacia mí la copa de alabastro, que sea dulce
el camino que me devuelva a los dioses. Para qué
el resplandor, si ya muere conmigo la eternidad.

Remanso

Espadaña que ensombrece la cal.

El grillo y la canícula,
la espiga madre y el grano virgen.

Juego de peces en los recodos del río.

Bajo las hojas el picaflor canta.

La playa

No sé qué árboles crecen cerca del espigón.
El mar oscuro, tranquilo, lame las rocas irregulares.
La bahía es una lengua combada que se arrima
al arenal con flujos de gata. Sobre las dunas
los cuerpos descansan como animales extintos.
Han derruido el dique donde el embate del mar
se detenía, recuerdo las charcas y su increíble
vida secreta de seres acuáticos acosados
por la crueldad de los niños. Huele a sal húmeda,
a yodo, a algas en descomposición. En el paseo
se cruzan las bicicletas, bañistas que llegan,
ancianos en los bancos. La vida como un palimpsesto
escribe capas de realidad indescifrables. Sin pausa
hablo con las olas y al cerrar los ojos regreso
a aquella playa donde aún sigue mi infancia.

Llagas

Antes de que tú nacieras ya existía el mar
-pero no las esmeraldas o el futuro-.
Hubo lugares teñidos de luz y árboles
con su color y su jazmín. Tengo,
tú lo sabes, mil refugios de sol
y no ansío los caminos de la nieve,
ni tampoco los eclipses que el jazz piensa
en tu deseo núbil. Aprendimos como pájaros
la melancólica senda de los vientos, aquí
el azul, allí mis amapolas que aún espían
tu sed. Columpié mi llave y se abrieron
los murciélagos como hemisferios rojos.
¿Dónde empezó el viaje? Quizá en las lágrimas
del sur, en el río sin fiebre, en tu boca
que confunde mi corazón con mi noche.
En los intersticios de la memoria
tu cuerpo vuelve como un disfraz
sin equipaje ni abril. No hay regreso
ni oasis mientras sudan los collares
tu alba. Nunca temí el fondo oculto del rocío,
jamás pensé en la crisálida rota. Soy como soy.
A mi pesar.

viernes, 13 de julio de 2018

De viaje con la diosa

La oscuridad de los pájaros acecha al metal,
tu águila estéril en el dormitorio de la palidez,
un libro en la sien y dóciles pámpanos en la frente.

Acostumbrada a los círculos
tu virtud son ropajes de antaño,
sibilina, fiel a los abalorios, enciendes el prisma
con las hormigas de la quietud.

Alzas los hombros hacia la duda de las mariposas.
¿Hay lóbulos en los parajes, mercurio en las venas,
enjambres de domingo que auscultan la ceniza?

Dama o raíz de los pulpos en éxtasis,
ocres los apriscos de las enredaderas,
carmín en las llagas del vagón,
músculos sin plumaje, desnudos,
enhiestos como un suspirar de sirenas.

Ah de los híbridos que buscan sangre
y a la vez mienten a lo oscuro
con historias de labios
que se asoman al recuerdo de la infancia.

Sigue, prosigue la ruta de los espejos,
ambiciona el búcaro donde dormirá la flor perfecta
duele la luz de los faros que se cruzan,
anuncia el olvido una cola de serpientes azules.

Me atosiga la penumbra
porque la infinitud del viaje es crepitar y estallido,
me arrastra el pálpito del deseo hacia la fuente seca.

Vive en mí la semilla que no soñé,
morirá la vid sin fermento
en los columpios que la nieve cubre
con hojas de escarcha y viejas promesas
de trineos rojos.

jueves, 12 de julio de 2018

Las ruinas de la memoria

El recuerdo despliega sus alas en cualquier esquina y no miente.
Allí está tu canción, el incendio de los martes,
ese ojo que palpita en tu diadema nocturna.

Oh fuego sin memoria, piedra que se barnizó en agua.
Tu traje azul en el cromosoma del viento,
los pasos como un árbol de largas espigas que llueven.
¿Dónde vi tu espejo?¿ o fue ventana la armonía de tus pulgares,
corazón de ramas en la música que se arrodilla tras el vientre occipital?

Tenemos un territorio común, un lecho de arena parda,
el huir de los trenes cuando los portales son aire.

Tu nombre es una bandera, en él viven leopardos
y anguilas, la suerte del río te aprieta el labio
como si no fuera muerte.

¿Sabes acaso a qué flor el sol elige?
Llego tarde a la mano que grita,
en el verbo cientos de olas arman la frase,
jardín que crece en mi pregunta para ser raíz de viento,
margen de niebla.

Cuando vuelvo a la ciudad
las fachadas bajan hasta tu ombligo de piel inacabada,
eres la voz sin oráculo, la llave que el pintor encerró
en un molino dibujado por manos celestes.

Aún espío tu cansancio, mientras la rotonda de los paisajes
te marca como un misterio de acequias invisibles.

Tu genealogía es para mí alambre,
buscas el cuerpo que se sostenga en la vertical del día,
con tu alma políglota achicas el espacio de los muros sin cal.

Si fueras vena correría como leño suicidado por tu río.

¿Recuerdas el restaurante viejo, tu barniz de deseo,
mi hambre sin hojas, nuestro ámbar como cópula
de aquel ruiseñor blanco?.

Nos queda el mar como una señal o un silencio de pájaros.

Ni aquel trabajo ni tú

¿Quién sabe si todo comienza con un roce,
una mirada, un lento vuelo de pájaros?

Compartir las horas que no pasan,
la luz sobre la yerba,
el color de abril en el parque.

La gran ciudad es un murmullo de voces, tráfico y delirio.

Hay un pacto entre nosotros.
Mientras, nos exploramos el alma y los huesos.
Mientras, el mañana desconoce si nos encontrará juntos.

El día que vendrá es el más importante de una vida,
aquel que decidirá la suerte que me aguarda.

Voy al cine, ceno un menú barato,
escribo estas letras en el dorso de una nota.

Todavía no sé que he perdido la partida.

Y si hoy vuelvo a este inútil poema
es para recordar quién no fui
o quién pude ser.

miércoles, 11 de julio de 2018

El último minuto

Copulan los pájaros en la noche del cielo.

En la laguna
espera
la barca.

No encuentro el óbolo, qué dirá el barquero.

Hay un olor a sulfuro
y a nenúfares podridos,
a brisa salina
y a perfume amargo.

Si pudiera volaría montado en el dragón verde.

martes, 10 de julio de 2018

El reloj

Acompasa al corazón como un hermano déspota.
No cesa su círculo ni su hambre, recorre la blancura
de la esfera con pasos sonámbulos de máquina alucinada.
Nunca finge, recrea el tacto de los números y reitera el sonido
igual que un eco de espadas. Sus saetas se desparejan,
cruzan las piernas, bailan el ritmo elíptico de los insomnes.
Exhibe pájaros frenéticos, campanas vibrantes en el surco
de las horas. Si lo miras bien ves el ayer y el mañana, jamás
el presente. Si lo escuchas su reiteración golpea las axilas
del tiempo con el martillo de un dios laborioso. No conserves
el reloj de tu infancia, menos el de tu juventud, desata
las correas que escriben en las muñecas viejos cantos
de muerte, la vida late con frenesí, a veces fluye en calma
y es apenas visible. En el segundero nunca encontrarás
la eternidad de un nombre, solo el río estéril del pasado.

lunes, 9 de julio de 2018

A MIÑA CIDADE ( A Coruña)



A MIÑA CIDADE

O son chega antes que o aire. Cidade-fémur,
yunque de fronte ampla, fachadas de luz e bocas de mar,
rúas húmidas, enhiestas como un talo. Crecín
co cheiro a iodo nas entrañas, suave o canto
da lúa, arrogante o fai sobre as ondas, fúlgido
o eco do cristal na claridade de poñente. Nai,
por qué sempre chove sobre as prazas baleiras.
Pai, qué rumor de barcos axexa na dársena
do teu corazón. Vida alegre a do mozo que segue
sendo neno, vida de paraugas ao sol, miradas
que non coñecen o futuro. Cidade de faro vitorioso
e areas hostís, cidade-cinta de ollos alegres,
cidade sen noite, altiva como a luz. Longa é a súa cintura
e os seus peitos de sal, libre a súa mirada de femia azul.


A MI CIUDAD

El sonido llega antes que el aire. Ciudad-fémur,
yunque de frente amplia, fachadas de luz y bocas de mar,
calles húmedas, enhiestas como un tallo. Crecí
con el olor a yodo en las entrañas, suave el canto
de la luna, arrogante el haz sobre las olas, fúlgido
el eco del cristal en la claridad de poniente. Madre,
por qué siempre llueve sobre las plazas vacías.
Padre, qué rumor de barcos acecha en la dársena
de tu corazón. Vida alegre la del joven que sigue
siendo niño, vida de paraguas al sol, miradas
que no conocen el futuro. Ciudad de faro victorioso
y arenas hostiles, ciudad-cinta de ojos alegres,
ciudad sin noche, altiva como la luz. Larga es su cintura
y sus pechos de sal, libre su mirada de hembra azul.

domingo, 8 de julio de 2018

También al dolor se acostumbra uno

Siempre el dolor está presente en los minutos.
Sus agujas de hielo bajo los vértices de la piel,
el aullido que recorre las venas hasta el núcleo
del corazón, la pérdida que escribe un adiós perpetuo
entre las horas. Acompaña el dolor al sueño de los latidos,
al dulce remanso de la respiración, al silencio y a la sombra
que ya no es sino un reflejo caído o una realidad informe.
El dolor habla por mí, seduce a mi voz con los cantos
de un réquiem, me espera en la mirada que disuade
a los espejos, habita los oasis donde la felicidad
es yerba raída. Pero, también al dolor, se acostumbra uno.
Duerme contigo en las noches sin alba, recorre los días
a tu lado como un perro fiel y triste, te busca en las orillas
de la placidez y te arrastra a su nido de velas apagadas.
Sí, también al dolor se acostumbra uno.

sábado, 7 de julio de 2018

El poder de la juventud

Solo espera que crezcan tus alas. El mundo es húmedo
como un vientre gris. Voces que escuchas por primera vez,
un orden de pasillos en cuadrícula, habitaciones compartidas
igual que nidos frágiles, calles en que la lluvia forma lagos de cristal,
reflejos en la piel, lágrimas de plata por tus mejillas de seda.

Al fin puedes romper las hojas del calendario,
descubrir entre los engranajes del reloj
un bosque de lianas que paralizan por un momento su voz de fragua,
abrazar tras un latido el aire limpio de la luz.

Es posible que aún llores en la penumbra de los atardeceres,
es posible que los arrullos fértiles de la madre
regresen a tus oídos con el vuelo de los pájaros heridos,
quizá un huracán de soledad irrumpa y pueble tus ojos de llanto.

Solo será la infancia que grita su último estertor
hasta el solsticio de la edad nueva,
entonces te creerás el hombre azul que abarca con sus brazos
la eternidad del porvenir, un presente que ya es tuyo,
un mañana que escribirás con la sangre y la hiel
de los planetas más ardientes.

viernes, 6 de julio de 2018

Trenes sin retorno

Tantos trenes en la bruma, espadas al sol sin regreso.
Mi vida en un vagón, bajo las fotografías de campos áridos,
el cielo en calma, el silencio oscuro. ¡Qué ritmo de síncope,
qué parpadeo de luces en la noche, qué aullido de lobos
anuncia el devenir! Dentro los iris zarcos buscan el níquel,
los cromados donde las imágenes se diluyen en un diapasón
de instantes umbríos. ¿A qué lugar llegaré, acogido por las nubes,
el magma gris que se pega al cristal como un aliento húmedo?
Solo la música uniforme hiere el corazón de las vías, persigue
la cadencia de un porqué sin memoria ni luz. Y al fin descubro
lo que perdí y añoro, lo que aún soy entre la fugacidad rota
que el tren va dejando, como estela, como firma de un ayer
que ya no puedo revivir.

miércoles, 4 de julio de 2018

El traje



Siento curiosidad por mi traje vacío,
cuelga sin pudor de una percha metálica,
se nota el hueco de mis músculos en su blando perfil,
es una incógnita que vibra en el aire como un ángel de lana
o una marioneta vieja. Tal vez en el tejido cruzado
de la americana un relámpago escribió la ruta
de la noche, tal vez la prosaica sed de los pantalones
o la camisa monocolor fueron la máscara de la desnudez,
tal vez en una habitación en penumbra la ropa sea el olvido,
mi voz la llamada, tu cuerpo la piel que se entrega al combate
de dos vientres y su resplandor.

La paz

La calma del río, el aire posado en mí,
un murmullo de pájaros australes,
el ovillo de tu cuerpo
bajo la serenidad de la luz.

Son los días un fluir de esporas azules,
lánguidamente el pudor de las cortinas
atrapa la claridad, el color se transparenta en haces lívidos,
las agujas de un reloj inexistente
se doblan en sí mismas
y niegan la corriente de la vida.

Es extraño sentir la docilidad de la pausa,
afuera el mar encubre los cantos de la arena,
lame el vacío de las conchas,
se viste de una espuma indolente,
expele una aroma de algas y yodo
tan sutil como el aliento de un niño.

El verano en tu pecho suda dulzor,
los rizos que posas en la almohada
son un bosque de plumas alegres,
el perfil con que recortas el espacio
describe la perfección de un esqueleto joven,
de una carne húmeda.

Siento en mi interior la alergia de la quietud,
me digo que tan solo se trata de dejarse llevar
por el caudal de las horas
que han olvidado su destino de jungla
para ser el núcleo de una paz que te quiere
y te besa como un hada dulce
o una mariposa que anida en tus labios
antes del último vuelo.

domingo, 1 de julio de 2018

La flor no nacida

En la perfección de la luz hay máculas de sombra.
Yo soy la golondrina entregada al resplandor, en ti
los suburbios dibujan muros sin ventanas. El encuentro
brilla entre raíles que duermen, en el silencio de los eclipses
asoma el umbral de tu cuerpo pajizo. Mi raíz de amor
abre los candados de la infancia, se entrega como
pájaro insomne que busca en tu vientre su ramal cálido.
Si para mí el deseo es un árbol sin hojas, por qué dejas
tu flor para mañana, o simplemente desvías el átomo
que en un segundo fue nuestro hacia las orillas del barro y el adiós.
Me duele que seas recuerdo si yo para ti soy olvido, quizá exista
un racimo de palabras y de ansia donde en el instante del trasluz
copulen el ardid y los sueños que, infinitamente, sobreviven al destino.