miércoles, 30 de septiembre de 2020

Radiografía de la convivencia

 ¿Qué vi?


Un orificio de nácar en la pregunta,
una hembra vespertina en una habitación escarlata,
el futuro sin hojas caídas, la sensatez que cuelga del árbol de la noche,
el trino de los espejos, la lujuria amante de las golondrinas.


¿Qué fuiste?

Un hogar de carne y un espíritu abierto,
la sonrisa bajo la duna de la playa inhóspita,
el resplandor en la huella de la sombra,
los lirios de plástico, eternos en tu voz,
palabra que en su eje reverbera
como un refugio de luz aterida.


¿Aquello era la plenitud?

El aire perfecto en nubes sin aliento,
las horas perdidas en un reloj de humo,
el rubor de encontrarse después de la memoria,
los eclipses que solo son caricia, desnudez,
alas en un camastro invencible.


¿Tiene ayer la vida?

Hacia la oscuridad vencedora,
dejando olas de alcanfor en la marea,
recuerdos que orillan el porvenir,
la mansedumbre en el cristal
cuando el rostro se mira y ve otra piel,
un palimpsesto agrio, sin perfil ni luz en el estío.


¿Qué nos espera?

Un poso de llagas febriles,
un azúcar en la tiniebla,
los monstruos que se apiadan del calor de los nombres,
la herencia como un largo túnel de hojas verdes,
el caracol que avanza lejos de sí,
hasta la semilla o el corazón
de donde emerge un sol de eternidad
al juntarnos como dos silencios
que el rio arrastra hacia su muerte,
comunión de aguas en el esófago del mar.

lunes, 28 de septiembre de 2020

El poema de la ilusión amante

 Es como ver pasar una llama que resplandece.

 Por un momento los planetas giran en tus ojos

y el orden del mundo

lo escribe tu sed.

 

El aguacero sobre los párpados recita un canto de nieve,

las águilas llevan en sus picos la memoria del estallido,

un manantial brota en las axilas del presente.

 

Crees en ti y en la luz, y sueñas, perplejo,

con rombos infantiles y esferas donde habita el destino.

 

Te equivocas, porque solo era un relámpago la noche,

la palabra un escondite y la mirada un ataúd blanco.

 

Así nacen los poemas, como una lágrima en la risa del payaso ciego.

 

domingo, 27 de septiembre de 2020

La ilusión rota


La rutina de los días es un presagio
pero, a veces, se agota su desliz.

Domingo de tren húmedo,
mi bolsa y un libro sin magia
que abro en el vagón.

Ella crece y es carne,
la estancia cruje y la soledad es univoca,
un escenario de humo.

Espero una mirada o la luna en el cristal,
el silencio marca el signo de los minutos,
su ceniza como un desprendimiento en la orilla
de un espejo ciego.

Yo pienso en los cordones del alba,
en la imagen que se dobló en la ventolera de una tarde,
en la coincidencia de morir y renacer
bajo sus ojos de espiga.

Dice la palabra la noche y contesta su cintura,
digo que un café espera en la mortaja de un bar
y acepta la incógnita
como si los pájaros no recordaran
la migración de su especie.

Hablar de hilos perfectos, de visillos entreabiertos,
la indolencia del pelo que peina un duende,
los lugares comunes que tejen un paisaje
donde el sentir busca al amor
y el amor encuentra su eco.

Y el final como una promesa y los alfiles que deja su sonrisa,
mi recuerdo fija en las manecillas del reloj el instante
en que la aventura fue un señuelo del porvenir,
la ilusión cristalizada en una boca que cita al futuro
sin querer.

Las golondrinas rompen su cerviz contra la madera del alero,
así yo perdí mi isla, de ella nacieron los últimos monstruos
que siempre me acompañan como dioses que maldicen
haberme entregado una hora de su luz.

viernes, 25 de septiembre de 2020

No me preguntes qué significa tu sueño

 Bruscas aves duermen en el orinal.

La semilla se arroja, suicida, sobre el cráneo

del lince. El cielo pajizo y llamas de seda

irrumpen en la alcoba. Un témpano cae

desde el torrente, hiere la comisura de tu nalga,

la sangre amanece en el ventanal y tú te escondes

bajo un altar sin luz. Leones en la prímula,

un holocausto de rizos y hormigas, la tiniebla en las uñas

del dragón y tú, virgen, sobre las astas de un toro castrado.

 

martes, 22 de septiembre de 2020

Ventanas

Aunque nadie lo sepa vosotras sois mi hogar.
El cimiento, la techumbre, el color de la fachada
adornan vuestra boca con el oropel de un rostro
que envejece. Ónice de transparencia, pulida
estructura de insomne limbo, claridad que soba
la piel del cuarzo, sigilo de la luz que ilumina
la habitación que nace. Vosotras, que crecisteis
sin párpado, copuláis con el sol que rocía el silencio
con istmos de fulgor. Abro las persianas, descorro
el lienzo que tapa el carmín de la sombra, la vulva
dulce que reconoce el rayo y lo teje como un hilo
amante. Os quiero desnudas, igual que ninfas
en un rio de luz, sin vestidos, abiertas al candor,
señuelos de la noche cuando invitáis al pájaro
herido y el farol amarillea y la luna quiere, lasciva,
ser mi piel derramada.


Yo te prometo

 La otra realidad es una nube escarlata en un cielo rojo.


Yo soy el dibujante de la luna, el hermafrodita jinete
que cabalga un rastro invisible, la humareda que brota
bajo la nieve en un día claro.

Qué síncope el del robusto eje de las camelias,
el jardín huye, lo mismo que el ángel sin rodillas,
alzado con alas de oro y un nombre en las axilas.

El mundo vivido ya no existe, tu ropa huele a quietud,
el rodar de las calesas repica en el otoño
y tú suspiras como si el aire llevara cruces de amor en el silencio.

¿Por qué desprecias esta ciudad si te regaló islas rumorosas,
caléndulas azules, híspidos linces que solo acechan al azar?

Verás, nunca existió la mentira,
tampoco la memoria de los monjes
ni el lloro del niño,
ni la fuga del deseo en la almohada de esparto.

Yo doblo mi corazón y desnudo lo que dije,
la palabra es un monstruo blanco que busca el sin querer de tu cuerpo,
mi ángel creador escribe en tus hombros un latido de supervivencia,
lazos que caen de tus costillas, sin piel la ternura
que deposito en el seno de la raíz
que tanto amas cuando sueñas círculos y amapolas de plástico.

El frío llega tarde y la noria se amortaja
bajo un hielo exacto. Hay paredes de cristal
en los ojos que, únicamente, miran al interior de los abismos.

Yo te prometo otro lugar sin naufragios,
un amanecer de iris encendidos
en aquella orilla iluminada por tu sed,
en el sitio en que te entregué mi voz,
mi aliento y el gentil candado de la niebla
donde escondo tu sombra.

viernes, 18 de septiembre de 2020

Puertas

 Vanos invisibles que cruzo desde la oquedad,

lugares con nombres y escenas sin mañana,

palacios que nadie vio en tu sonrisa volátil.

Siempre abriendo hojas de cristal, de hierro,

pulidas maderas de ébano, caoba, pino o boj,

abiertas a la noche sin madrugada, cerradas

con cerrojos que el óxido corroe, bisagras mudas,

manillas de oro en los edificios blancos.

Qué hay detrás de un rectángulo enhiesto,

encajado en su cerrazón como un dios obtuso.

Docenas de puertas y una sombra en el dintel,

espejos que nos miran y sueñan con otro,

la última puerta en el azogue que día tras día

violas como un ruiseñor viola con su canto

el incendio de la luz. Hasta el sonido antiguo

de los goznes que chirrían bajo el umbral

sin horas que traspasará tu cuerpo.

miércoles, 16 de septiembre de 2020

Techos

Así sois, gorros de la luz, amigos lunares.
Cuelgan del yeso lámparas de papel,
el hierro en cúmulo de brazos se ancla
en la pupila rectangular, esférica, ovoide,
como un párpado caído. Yo siempre veo
un mapa infinito en la llanura que me guarda,
siempre confío en su bóveda como el niño
confía en el arrullo. Siempre la noche se apaga
en la geometría que mis ojos espían desde el silencio
de un cuarto. Os contemplé en iglesias, donde la luz
baja en sombra como un duende multicolor,
en chamizos de paja húmeda o buhardillas
que gotean miedo, en las habitaciones
insípidas del rico, también en hogares
seriados que aman los números. A veces
la altura os aleja y el aire es más frío,
otras caéis encima de mí y sois una losa
y apretáis los silencios y morís conmigo
en un beso inútil.

La culpa amante

Bilis insomne que alimenta la sangre.

Pensamiento que clava estacas que lloran.

Es un gusano su testuz,
se desliza como el detritus
entre la vergüenza
y el dolor de los hospicios.

Me dice que la cicatriz,
la huella,
el mal
son ornamentos de la vida,
igual que la vida
es un fluido que mata.


Sus agujas perfilan el misterio de la noche,
la herida vieja que subsiste.

Yo la siento en mi voz
cuando persigo el afán
de sustituir la verdad por la inocencia
y solo escucho rumores en mis oídos,
pesadillas azules.

Como una madre me arropa,
retumba su corazón en los arpegios de la fatalidad,
se acuesta conmigo, y ríe,
al ver mis ojos cautivos
del silencio de los cobardes.

lunes, 14 de septiembre de 2020

Tendrías que haber estado allí


Hoy imagino que estuviste allí,
en el hogar de la piedra.

Venías en un tren vacío, de hojalata y hierro,
tan ausente como un pájaro perdido.

Te convertí en mi sombra
y me entregué a ti en un susurro cómplice,
sin palabras, solo imágenes
de avenidas,
de noches
y días
y días
y noches
donde aún no existe tu rastro.

Podrías esconder mi huella
para que nadie recoja la guirnalda del tiempo
y seguir
y presentir
la música o la simpleza de las tardes tibias,
mi cuerpo que inventa escenarios
en los posters de los cines
y siempre tú, rostro etéreo,
mural que se superpone a la herida nueva
con un mensaje de oro y plata.

Me importa que el resto de mi vida te pronuncie
pero no el sol que se abre en las mañanas de la ciudad desconocida,
tantos los crepúsculos sin flores,
tanto el sonido de los pasos
sin tu ritmo, inexistente.

Busqué la luz en los cilindros que el alcohol tizna,
las palabras insólitas, las ideas en un odre que sabe a sal,
a la sal que pudre los silencios.

Te pensé en el oscuro pub
y eras cuervo blanco,
te quise en los soportales bajo una lluvia de olas,
volví en la madrugada después de oír al cantautor,
en tu proximidad,
que más tarde intuí
como una sentencia de futuro.

Y aunque no hayas existido en el crisol donde el reloj y la aurora coinciden,
yo te creé en el recuerdo para que una línea invisible,
el hilo que une el misterio y el porvenir
nos dibuje juntos, entretejidos por el deseo
y la fantasía de ser una sombra sobre otra.










El fracaso


Hubo tal vez un páramo, las calles oscuras,
las farolas muertas en no sé qué día
de los ojos primeros.

Languidece hoy el esmalte de los años,
su curva o su seno,
el ajedrez antiguo de las horas
o el monstruo que se maquilla
como un soldado sin paz.

Mira en el desorden,
comprueba la historia inacabable del murmullo
y piensa en la cicatriz de un coro
cuando la mudez fue un grito
en las fotografías que bautizan
el claroscuro del azar.

Vuelve al ovillo de las celdas,
el mensaje de los insectos es simple:
un resumen de horarios,
una simpatía de roces
o la desnudez de los juegos
en pasillos de tiniebla.

¿Y el germen del gusano
que va lloviendo sobre los días
con su comezón inigualable
de lágrimas soñadas
bajo un cobertor que ampara
los sonidos de la luz?

No pienses ahora en las orillas del mar,
tampoco en las estrías de las catedrales
o en el sonoro aullido de un tren.
Piensa en la virginidad que atisba tu noche
mientras las golondrinas del futuro
se pasean frágiles
entre arrabales de sinsabor
y misterio.

Cada recorrido vigila los besos
y sufre la traición de los azules,
desoyendo a la ninfa de los ríos
en extrañas ciudades
donde la felicidad escondió su virgo
para ser sacrificio de longevidad,
añoranza en los ojos perdidos de la ausencia.

Cuando en la similitud de los espejos
una sombra del ayer se columpia
yo logro acariciar la singladura de mi voz;
y este espacio que hoy descubro,
próximo a mí como la divina
insensatez del orgullo
es mi fugaz locura
o mi muerte encendida.






domingo, 13 de septiembre de 2020

La fábula de la convivencia

Por fin nos miramos en la penumbra.
Cada cuál escogió su araña y su telar,
el mío es de invierno, allí en lo profundo
de la cueva mis hilos de seda se cubren
de escarcha, pero hay un calor adentro
que sobrevive a la tozudez del témpano.
Tu geometría hierve en la luz, agosto
entre los manzanos, una telaraña
que vive el frenesí de las noches cálidas.
Hay dos mundos impares en la misma hora del reloj,
el tiempo nos divide y, a la vez,dibuja en los ojos una raíz,
lentamente desmadejada en filamentos que se disgregan.
Y, sin embargo, seguimos juntos, como siguen las estaciones
su tránsito fiel,sucediéndose en un ciclo de eternidad.

jueves, 10 de septiembre de 2020

El nadador

Hace tanto tiempo que nadas hacia arriba
y, aún sigues, en la mitad del pozo. Boqueas
palabras que, a veces, son dulces. Es verdad
que la luna traza un espejo en la superficie
del agua donde descansa tu ardor. Es cierto
que has construido una casa líquida, un manantial,
una burbuja donde respiras en las horas del sueño, quietud.
Mas no te engañes, la luz llega herida, la roca es agreste
y la lluvia cae para inundar tu rincón secreto. Sigue nadando
en el humus, tus secreciones dan color al arco iris que inventas.
Sé que sufres si el aire traicionero dibuja olas de tifón en tus ojos
y que el braceo se vuelve inútil si no ves archipiélagos en el horizonte.
Al final del pozo solo hay una tierra socavada y un laborar de orugas
que con tesón se aproximan a tus mojados huesos.