Simulan los labios un horizonte en flor,
esa curva leve, esa extensión del músculo,
ese dibujo de alas, mordiéndose.
El vaso que sella el pórtico del marfil,
la lengua de mudez rosada cautiva en su laberinto,
la gracia que asoma como un manantial,
sin verbo
ni voz.
La iconografía de la ilusión en los ojos que miran
el artificio de su elipse, el candor de la mueca
que se diluye en jardín de ángeles.
También el mar que forman las comisuras
sobre el que navegan los deseos
como saliva ardiente.
Y es por un segundo himen de luz,
un destello fugaz donde refulge
la sombra de mi melancolía.
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