En la memoria del túnel hay laberintos que me llevan
a la intacta edad donde la raíz es débil y los números
no tienen idioma en que verterse, tiempo del coral
en los ojos, de la ternura en la sien como un abolorio
que brilla en la honda noche del adulto, a la pureza
del sueño con sus candiles de oro bajo las pestañas
que no entorna la luz, al séquito del blancor desnudándose
en púrpura, rojez lívida en la mansedumbre del infante
que eleva sus alas hacia la corona de la ilusión,
bajeles y navíos en el cauce rumoroso de la pared,
perfil de islas que dibuja el índice extendido,
delgado como un alfil; la mirada ansia el vuelo del pájaro,
la fragilidad de la pompa, ser cairel de arañas
que se irisan en la penumbra de la habitación;
de pronto sé que en la memoria todos los laberintos
conducen a un único lugar llamado infancia.
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