Un asombro de lluvia al atardecer nos lleva a las plazas
sin pájaros del olvido. Tú, carnaval de espuma en la ausencia
del mar soñabas con ríos ocres, con enjambres de laurel
y sombras de ceniza bajo los pórticos de una casa que dormía
un sueño de princesa junto al manantial rumoroso; yo, frágil
y ardiente ascua de un corazón que transita los caminos del silencio,
buscador de tus alas en los cielos oscuros de la impaciencia,
no supe dibujar la rayuela por donde tus pies de botines
rojos saltaran hacia mí, prendidos a la luz, sutil camuflaje
con que simulo fingir que soy el faro de tu angosto mar.
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