Es cruel el destello donde el cristal enciende tu nombre.
Flotan en el aire nubes de abril como espuma
que late en el océano de tu piel.
No verás el mar que de mi corazón se eleva
hasta los pliegues de tu falda.
No buscaré en la esquina de tus ojos
el sonido de un acordeón
que oculte el misterio
de una historia fugaz.
Aquel paréntesis de ardor en el aroma que el viento trae
desde las tardes donde el carámbano
se volvía tea encendida
en el crisol de nuestros labios.
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