Hay una teja rota sobre la cornisa de tu casa.
Desde mi balcón observo
cómo un pájaro ha anidado en el espacio oscuro,
rectangular, que forma el hueco que levantó el aire aleve.
En lo hondo se refugian las crías de la humedad y el frío.
El pájaro trae en su pico pequeñas ramas de abedul,
desde aquí puedo oír el piar estridente
como un grito de auxilio
bajo el bosque de tejas.
Este recuerdo de infancia me lo evocó hoy la lluvia.
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