Lo que busca es el eco donde su nombre repique
en el mar de sí mismo; resistió al aire que pulía
su inocencia, ante la negación opuso espadas de silencio,
fue bandera de su arcadia con la tenacidad de quien esculpe,
lentamente, un rostro mineral; caen pétalos sobre el laurel
que corona el cenit de su cuerpo, aplausos de almíbar,
flores blancas en el ojal de su toga púrpura, la nieve
es maná cuando recibe en sus labios el cristal puro
de la dicha; ya olvidó los días en que su voz
lloraba azucenas, hay un pedestal en sus ojos
y sobre él- al fruto que hoy resplandece- llegará
el insaciable gusano que, al fin, lo pudra.
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