Has elegido el fruto dócil que antecede al invierno,
tu mansedumbre de carnaval exhausto no duda
en seguirme como si en ti los racimos del sol fluyeran
hasta la piel traslúcida que lloró en lo opaco, y vas
con tu efigie de autómata pisando los corredores
del artificio que mi cuerpo delinea entre ceniza y albor,
vas a tu pozo donde las formas del agua son de aire
y en las palabras de la noche descubres tu silencio
longilíneo y espectral; como un títere que ha perdido
los hilos que le unen a la claridad giras dentro de ti para
que el mediodía más luminoso no ciegue unos pasos
que imitan la vulgar andadura de quien recibe
en su perfil de carne la llama de un sol que proyecta
sobre el vacío tu forma insolente, tu ser que agoniza
cuando el crepúsculo hunde su raíz púrpura en mí.
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