Como una cicatriz insomne el acre sabor permanece,
tal vez cada arruga finge ser el dibujo de un niño
en las paredes del tiempo, cumplí con el reloj
que indicaba el signo de un norte que no era mío,
en la ausencia del otro escuché fluir su sangre
y no le di curso por las raíces de mi memoria.
Si me entregué al rubor que puebla las mejillas
de azar, si mi navío zozobró tantas veces lo debí
al ensueño que dirigía mis pasos cuando la juventud
gritaba soliloquios de amor y niebla, y vi rosas
en el corazón de la noche, vi en los espejos a la luna
vestirse de novia, vi la corona de la nieve resplandecer
en mis ojos de infancia; y en la lejanía los pétalos
de una lágrima sobre la piel ajada de un anciano
que hizo balance de su vida para descubrir
que no cumplió ninguno de sus sueños.
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