Qué lisura de faz en el equilibrio de la geometría,
cuánta mansedumbre en los arcos que atraviesan
el color de la noche, adónde va el señuelo de tu altivo
edén que finge ser lluvia en los ojos que callan la sed
de los cometas, murieron los pájaros de granito azul,
en el sur de tu calle hay laberintos de cristal y caoba
sin el orden feliz de las cuadriculas que vierten
su río fósil en mis cicatrices de ángel, de tu balcón
las guirnaldas cuelgan como pendones de un ejército
sin memoria de haber vencido al silencio, y si abril
se posa en la oscuridad de tus axilas igual que una flor
de hielo es para que recuerdes mi tacto como fría luz
en la penumbra de aquella habitación
donde oí de tus labios, por primera vez,
una sola palabra que no olvidé: olvídame.
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