Cómo derrama en nube de luz su cabellera de sol innombrable,
desde el cáliz globular o el angosto tubo, o a través de los caireles
que desdoblan con sus prismas de cristal a la luminosa fontana;
y así, de pronto, el haz nace de la tiniebla, inunda con olas
de fulgor la estancia, descubre el paso del microscópico
insecto por la desportillada pared, permite a los ojos
encenderse como luces de cinematógrafo en la oscura
sala donde los sentidos recuperan bajo el manantial
que refulge su función primigenia de mostrar el mundo
a quien no vió más que el corazón de su negrura;
y, al fin, uno siente que la noche es un gran árbol
en donde cantan los festivos pájaros de la luz.
No hay comentarios:
Publicar un comentario