El caballo del húsar golpea los adoquines con su trote altivo, banderas a contraluz en las plazas de noviembre, tranvías sin alfabeto a media tarde, pájaros que se posan en los faroles del puente, bajo la herrumbre de las estatuas junto a las vendedoras de flores mojadas por la lluvia, el río lleva pétalos color carmesí que coronan los rizos del agua, el violín y la marioneta, el cómico y su títere, las torres que se miran desafiantes retando al sueño, postales color sepia, el reloj tan solo da las horas del azar con su arquitectura dorada y azul, los juguetes mecánicos avisan del destino común a los espectadores que aplauden el ritual con la impaciencia del acólito, en el poso del café un reflejo de golondrinas cruzando los espacios abiertos a la luz, pináculos de iglesia como índices acusadores, letanía de cantos, pérgolas en los alféizares colgadas como nubes de un jardín en flor, qué lejos el grito de la historia, los ejércitos multicolores, las guerras de salvación, el fanatismo de las religiones, el hierro de las ideologías, aquel viaje de juventud cuando aún eras niña.
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