Aquel atardecer de nubes dibujando rostros
en los tapices del cielo, mas tarde la lluvia
y el mar, agua caída sobre agua, azul y gris
en tornasol, fotograma perdido en el océano
de la infancia; en otra ciudad el muro que rodea
el jardín de las flores, la catedral indolente
como espectro de luna, el río en mi latir
que arrastra las espigas con el trigo del amor
esparciéndose por la sangre cual rocío de salvación,
aquel oasis que reverdeció bajo la sombra de las acacias
en un lugar que se iza en medio del pasado como
un castillo que luce las flores de la esperanza
en sus almenas mordidas por el viento de la vida.
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