Hay momentos en que todo es fulgor,
incluso lo más habitual: el tren del domingo
que tomas un día de octubre,
el retorno del estudiante
a su hogar de invierno.
Por primera vez la palabra es común,
la noche se enciende con mariposas de luz.
Hay un sueño de amor
en cada pregunta
y en cada respuesta.
Nadie en las calles, salvo la sombra
que acompaña a la música
de nuestros pasos.
Conocerse como se conocen las golondrinas
al rozar sus alas cuando vuelan a ciegas.
Algunas horas contigo no bastan para inventar un mundo
si no descubres el resplandor del mañana
en unos ojos sin horizonte.
La cita que no cumpliste
yo la reviví a mi manera
como si tú no fueras tú
sino la imagen que quedó prendida de un lugar
que compartiríamos juntos hasta la lejana vejez.
Esa vejez que ahora describe una ilusión con palabras mudas.
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