Tiene tu llama un eco silencioso por donde la savia del tiempo
circula con la avidez de un fluido que le grita a la aurora,
y en la lágrima el agua negra tiñe el pómulo inocente,
y en el horror del azar un rayo de púrpura se clava
sobre la inocencia del pálpito, atraviesa el cáliz del corazón
con su filo de luz, calcina la carne rosada, pura, en ritual
de especie, muerde la flor de la llaga, fluye el rojo
como un diletante carmín de desazón y perdida,
y en el rosal del alma un frío de nieve en agonía,
un canto de pájaros desnudos de paz,
una cicatriz abierta al crepuscular quejido,
se instala en la noche como un ay! siniestro
que es ya, en tu voz, la salmodia inerme de un ángel.
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