Si estoy aquí es porque el azar-o mi ángel- me salvó.
A los tres años una médico de pueblo acertó con un diagnóstico difícil.
Salí de una depresión gracias a la luz de una ciudad desconocida
-acababa de cumplir los dieciocho-.
Pude ser yo quien murió durante el servicio militar
en un terrible accidente, pero eso le ocurrió a un amigo.
Una mancha que crecía en mi piel resultó ser benigna.
Circulé en un auto por carreteras secundarias,
bajo los efectos del alcohol, a ciento veinte por hora
-amar el peligro cuando eres joven es una gran estupidez-.
No me pasó nada
ni le pasó nada a nadie
-afortunadamente-.
Algún día no me salvará ni mi ángel.
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