Morirá en el espejo de los charcos su aventura
de manantial celeste, salvaje el latido del agua
que cae en alud, rompe la cáscara gris de mil nubes
arracimadas y se entrega a la sed de los huertos,
al verdor infinito del árbol, a la semilla de la triste
raíz oculta bajo el polvo de los surcos con sus alas
transparentes que se derraman en flores líquidas
igual que un canto rumoroso por las acequias del día,
son en el cristal abalorios que tejen la urdimbre
irisando la luz que hasta mí llega, acogedora.
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