Ofrezco a la luz su oblonga anatomía
como un cáliz traslúcido donde el color tiñe el cristal
con la fina capa que adorna el continente
dándole el tono oscuro de la uva que resbala por la pared ancha,
firme el sostén de unos dedos que izan la frágil nave del licor;
en loa de arcángeles, tal vez, la comunión que llevará al labio
la dulce ceremonia del convite, a la lengua el regusto
que en el paladar deja el roce ardoroso del líquido,
el río extendido de aroma breve que incendiará
la sangre con el efluvio de la palabra, del canto,
de la celebración que, poco después,
se convertirá en el eco de un sueño.
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