Amigas mías que llenáis de color las horas
con vuestra tez de plástico y vuestro polvo
de resurrección, amigas fieles que activáis
la débil raíz de un organismo que se precipita
hacia el silencio de la nada, amigas piadosas
cuyo real nombre ignoro, amigas entrañables
que me prometéis la paz de la indolencia
y sois como los números de un calendario
virgen, amigas mías que añadís caudal al río
de mi sangre, yo os dedico este poema que escribí
cuando el crepúsculo ya inundaba, como una fiebre,
lo que un día fue el amanecer de unos ojos que hoy lloran.
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