Penden tus encajes de la niebla rota, más atrás el aullido
que brotó de los campos sin paz, vibra el tesón de la rueca
con los alfileres de la virtud en mitad del ensueño, golondrinas
en los espejos claman por no ver la sombra de un canal
sobre las letanías del azul, y finge el cántaro su curva
porque de las manos viejas ya no surgen las líneas frágiles
que decoran con nieve las llagas ambiguas del silencio,
vana es la luz que solo ilumina con destellos de carmín
la humana verdad que nace de los círculos del aire, como
rótula de estrato, como barniz sin lámina donde hallar
un racimo de flores blancas, como áspid que deambula
por la doblez de todos los himnos, por la cumbre inalcanzable
de las voces que rocían con un aura de luna al vano esqueje,
al tallo débil y su escorzo que dibuja en espiral rocío de pétalos
desde un cielo incólume, y tú que en la siembra aún elijes
el surco frío donde no hay germen de flor, y tú que en la lluvia
rondas con manto de agua la aridez de los palacios por si un haz
caprichoso moja la desnudez altiva de tu carne vas del carmesí
a la anciana oscuridad como implorando ser el cometa que visita
las auroras con sus largos atavíos de meteoro y su luz de rayo nauta,
como si fueras el circuito que abre a las cortinas de la muerte su vacío
de fisura, su elemental máscara de brevedad que un día quiso
parecerse a la rosa de piedra que en el jardín del tiempo
luce el color sin nombre de los antiguos mitos que aúllan sed.
No hay comentarios:
Publicar un comentario