miércoles, 12 de noviembre de 2025

Pintores

 

En la textura virgen crece el sueño del alma,

el símil invade el portal de las sombras con la luz

única del creador, y vagan rostros de infantil pureza

por las comisuras del lino, escenas de pudor o acaso

el desnudo en plenitud, el vaho traslúcido, la primigenia

flor de la claridad tras la ventana dócil, sacrificios

que derrotan la penumbra con el ardid mágico

de un rayo omnisciente, antiguos moldes del óleo

no anuncian al príncipe y a su cuatralbo animal,

en la intimidad todo finge, la propia mirada,

el trasluz de los espejos, las colinas al fondo

con río y niebla, ángeles a veces de anunciación,

rondas de noche y santos de incómoda senectud;

y con el asomo de los siglos la fiesta del color,

nada en el trazo que reviva la fe, solo el espasmo

de la luz, el fuego que impresiona a las retinas

con su destello fugaz, memoria también

de lo más cotidiano, la feroz pincelada,

esa falsa realidad que trastoca las costumbres,

el misterio que dibujan las líneas más puras

o las que quiebran la lógica con ángulos esquivos,

salpicaduras verdes, azules, rojas de las que nace

el desgarro y el grito y el amargor de vivir, tanta

es la pasión del artista que nunca morirá su obra,

esa obra siempre en deuda con la belleza o con el duelo.

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