Haz del frío un símbolo sin nombre en el pedestal
de mi cuello, abraza con la suave caricia de tu cálido
ser la columna que sostiene mi frágil cerviz, tócame
con la gracia tímida de tu generoso amparo, contra
el céfiro o la ventisca, contra la nevada o contra los alfileres
que madrugan con el cuchillo helador del alba tu arrobo
entibia los días de invierno, las noches en que el aire
quisiera no oír la claridad de mi voz alzarse con elocuencia
vibrátil, sino el asomo de la mudez en la raíz de las sílabas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario