El mar deja una pátina de sal en el maquillaje de la noche.
Palabras de encuentro, sin subterfugio, devoran la luz,
penumbra que cae como nieve en los labios rojos de los maniquís.
Y son nubes las historias que no se dicen bajo el cielo mudo
donde la ausencia de los pájaros se llevó la canción del alba.
Y se abren puertas y se cierran ventanas y el aire es azul
como un océano en los ojos del tiempo.
Hay un rumor de lirios en los búcaros,
un idioma sin sílabas ni edad,
solamente música que transita el espacio que ocupa
el jardín de tu nombre.
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