Nada queda como residuo del tiempo compartido.
El aire sucede, la voz no escucha otras voces,
la palabra ya no es esgrima de significados,
en los espejos nunca se refleja la multitud,
solo un ser sin sombra descubre la imagen ilusa
de duplicarse en el azogue como un falso ardid
que amortigua el dolor de sentirse único.
Son bisturís de silencio los minutos
que hieren la perpetua canción de los relojes,
siempre hay desnudez aunque se vista de luz la memoria
que nos trae el recuerdo de un pasado en común,
aquella infancia que negaba la soledad,
donde todo era múltiple y no existía
esta sensación de sueño perdido
en la profundidad de un corazón
que ahora teme al futuro.
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