martes, 27 de diciembre de 2022

Un día en Lisboa

 

Besan su espalda peces de plata.

Hay aventura y blasón,
navíos de estandarte verde y rojo
hundidos en la paz del horizonte,
un sueño de especias y bordados,
de seda oscura y jade,
de ámbar y oro
en los velámenes. 

Piso los mosaicos que son cartografía de océanos,
en las plazas aún se escuchan los vítores de la multitud,
el navegante, vestido de bronce lleva palomas en los hombros
y largos siglos de ausencia en la mirada.

Suena un fado en el rincón más oscuro de la taberna,
en los balcones el clavel reina con su lengua al sol de invierno.

Ciudad que dibuja colinas, techumbre arracimada,
jardines de faz tropical, tranvías anacrónicos
que se izan o caen en un crujir de hierro vivo
con pétalos humanos tras los cristales.

Hay un idioma dulce en los labios
y una flor de melancolía en los ojos.

La brisa de la tarde es un gallo que canta.

A lo lejos Belém se enciende,
ahíta de luz.

No hay comentarios:

Publicar un comentario