miércoles, 7 de diciembre de 2022

La estatua

 

Soy refugio de palomas al caer la tarde.

Todos desconocen que bajo el metal hay un alma eterna.

Sol y lluvia me poseen, el aire hostil va royendo,
lentamente, la pátina y el color,
el gris es ahora mi bandera.

La columna que me sostiene dice que fui prócer,
no sé si vivir con dignidad en el servicio a los demás
merece tal nombre.

Recuerdo la piel de María junto a mí,
como un archipiélago de paz,
como un jardín de amor.

Quisiera, como en el relato de Wilde,
que una golondrina se llevará mi corazón de plata,
para la niña pobre que habita en la miseria.

Condenado al paso del tiempo
veo gentes que cambian sus vestidos,
pero no sus costumbres,
veo parejas arrullarse en la escalinata que rodea mi pedestal,
veo ancianos que arrojan su pan a los gorriones,
veo a mi sombra mirarme
como si nunca hubiera muerto.

Pronto caerá la nieve y no sentiré el frío.

Me pregunto si alguien se fija en mí al cruzar la plaza.













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