jueves, 7 de enero de 2021

Siempre que miro el fondo de mi vaso el alcohol sueña

 Qué peces humanos nadan desnudos. Hay un mar ambarino
que nunca tiene olas, hay dormitorios de anís en los párpados
de cristal, hay glóbulos sin nombre que se arriman a los labios
lo mismo que sanguijuelas rojas. El reloj vive allí, en los reflejos
de la luz, la mariposa esconde su virgo en la geografía del dulzor,
sueño con duendes y lenguas en ascuas cuando el trago viaja
desde el lago amarillo hasta la fiesta del oasis, lianas invisibles
que arrojan viernes en mi sed. El mapamundi líquido me llena
de infinitud, de lo cósmico al microbio, de los metros cuadrados
a la lujuria de las estrellas. Me quema el aliento de este dragón
tan parecido a mí, sangre mía de las noches en guardia, almíbar
donde mi corazón se vuelve dulce y te puebla y te pinta, sin alas.

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