sábado, 16 de enero de 2021

Oscurece en la habitación

 


Yo te presto mis alas y tú el sólito ocaso de la luz.
Aquí vive mi sueño, su naturaleza no es mineral,
frota su carne con la mía, nos ilumina, nos escucha
con sus torres viejas. Asómbrate de la esencia,
tu desnudez virginal sacude las cortinas, vuela
en los espejos, se confunde con las palomas
que zurean inmóviles en el alféizar. La tarde
ya no admite horarios, miríadas de ceniza,
murciélagos que arrojan la noche en tu cama,
en tu vientre, en tu ojal perverso. Ahora sé
que cuando sueñas no nace el sol de ti,
son los eclipses, la memoria del día, la acidez
de la amargura, el infeliz cardumen que emana
de la nostalgia como una marea de hojas negras,
tu razón. Enséñame el cisne bajo tu sien, muéstrame
el candor de un iris que vibra, asiente a la magia
que nos une en este crepúsculo sin voz, donde
los cuerpos se rozan y ya nada existe que niegue tu sed,
tu ardor, en la atmósfera próxima del plenilunio.


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